Heriday con su cuerpo a cuestas dejó que mancillara una vez másla insoportable furiadel Baco repetitivoporque no fue un esplendor olímpicoel ámbito que encubrióla caída gradual de su ángelnoche a nochedentellada redivivasudor a sudorcomo quien diceentrega por paga.Y así, beso y menosprecio disminuyó en cada cita la densidad de su alma mientras el cuerpo se agitaba entre los estertores vanos de la propia crucifixión buscada en macho-cabrío.
Como se ve,no es difícil deshacerse de una mismasi la vida pone trampasmucho más truculentasque las del Dios primitivoa Eva en el paraíso.
Margarita López Miranda
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