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Humberto Belli Pereira

Estado mandón y liberales que aplauden

La nueva reforma legal, que ahora obliga a los partidos políticos a que la mitad de sus candidatos municipales sean mujeres, encaja en lo que algunos politólogos llaman “ingeniería social”: el afán de transformar desde el poder —es decir, usando los medios coercitivos del Estado— la sociedad y el comportamiento humano.

Aspirar a cambiar o mejorar la vida social es un ideal irreprochable. El problema está en la elección de los medios. Cristo, por ejemplo, usó el poder de la persuasión. Siempre rehusó la espada y respetó la libertad humana. La sangre que derramó fue la propia. En el extremo opuesto tenemos a los redentores armados; los que han querido cambiar la sociedad —para según ellos mejorarla— a sangre y fuego.

Los comunistas — Stalin, Mao, etc.— intentaron crear el “hombre nuevo” socialista, libre del egoísmo burgués. Pol Pot, en Cambodia, intentó crear una sociedad totalmente rural, libre de los vicios de la vida urbana. Hitler intentó crear un imperio milenario en torno a la pureza racial. Ellos creían poseer los secretos de la felicidad social y consideraban al pueblo como borrego que debía ser empujado a la tierra prometida. Sus legados fueron cementerios inmensos llenos de las víctimas de su fervor.

Afortunadamente, la ingeniería social salvaje quedó desacreditada. Desde finales del siglo XX la democracia liberal, con sus frenos al Estado y el respeto a la libertad individual, ha prevalecido como la forma preferida de organizar la sociedad. Pero no ha desaparecido la tentación de usar la coerción —ahora de tipo legal— para crear una sociedad a imagen y semejanza de nuestros ideales.

En cierto modo, el uso de alguna coerción es inevitable en sociedades constituidas por seres imperfectos. La educación y la persuasión no siempre son suficientes para frenar las conductas antisociales. A veces los Estados no tienen más remedio que recurrir a la ley y la espada. El problema es acertar el balance adecuado entre la necesaria actuación coercitiva del poder y la defensa de la libertad.

Sobre este particular, hoy existen dos tendencias contradictorias: la de quienes conciben al Estado como el instrumento por excelencia para imponer conductas que les parecen socialmente deseables, y buscan expandir su influencia, y la de quienes desconfían del poder y buscan limitarlo, ampliando en la medida de lo posible la libertad e iniciativa individual.

Los primeros, herederos nostálgicos de la ingeniería social, suelen identificarse como izquierda. En el fondo siguen convencidos de la superioridad de su visión y de la legitimidad de imponerla. Los segundos, identificados con el ideario liberal o libertario, tienen sus ideas sobre el bien social, pero se rehúsan a imponerlas sin la aquiescencia del pueblo, pues en él ven personas cuya dignidad exige respeto a su libertad. El hecho de que ningún diputado liberal haya votado contra la presente ley indica lo huérfana que está Nicaragua de ideas liberales.

El problema con la ley, cabe reiterar, no está en sus ideales. Quizás sea lo mejor que las mujeres tengan la mitad de los puestos —ellas suelen ser más maduras—. El problema es la coerción en asuntos debatibles. En una sociedad liberal cabe perfectamente que alguien organice un partido musulmán, con solo varones, o uno feminista, con solo mujeres. La ciudadanía, sin la tutela o camisa de fuerza del papa Estado, decidirá a quién le da o niega el voto. Si las mujeres destacasen más que los hombres, ¿por qué no elegir un 70 por ciento de candidatas? ¿No es acaso el poder de los ciudadanos —y no el de los legisladores— el que debe libremente poner los números?

El autor es sociólogo y fue ministro de Educación 1990-1998.

COMENTARIOS

  1. Aristófanes Envergadura
    Hace 12 años

    El problema es que fue el marxista DOS el que impulsó la reforma y por ello es cuestionable, siembargo es buena, y el método fue el democrático

  2. Manuel
    Hace 12 años

    Evidentemente este señor es muy inteligente y sabio, pero en este caso cuesta entenderle. Deberia hacer más énfasis en la realidad nacional y los personajes que legítima o ilegítimamente manejan los poderes del estdo y son parte de sus instituciones. La mayoría de nuestro pueblo no es tan capaz para leer “entre líneas” lo que los académicos y gente que tiene la capacidad de orientar-como este Señor Belli, a quien admiro y respeto mucho, quiere decir.

  3. redwine9991
    Hace 12 años

    Los pueblos se merecen los gobiernos que tienen.

  4. ROBERTO AYERDIS
    Hace 12 años

    Excelente editorial. Con mejores palabras no pudo haber sido redactado. Felicidades senor Belli. Ojala podamos desmontar esta dictadura Orteguista que ya tenemos literalmente instalada.
    Roberto Ayerdis.

  5. GUICAG
    Hace 12 años

    LA REPRESENTACIÓN Y EL GOBIERNO POR CUOTAS PUEDE TERMINAR CON LAS APIRACIONES ROTAS. Es más acertado hablar de valía y competencia, que del reparto de cuota al 50% entre hombres y mujeres. La injusta postergación de la mujer en múltiples ámbitos de la vida no justifica “per se” la incorporación a iguales puestos de responsabilidad sin competencia contrastada, porque la cuota no garantiza eficacia, sólo igualdad formal. Conviene incorporación progresiva y a escala.

  6. Silvio
    Hace 12 años

    Dr. Belli, usted esta confundiendo el liberalismo con el libertarismo. Son dos corrientes muy distinctas. El libertarismo puro es la corriente que propugna Ron Paul. La Rusa Ayn Rand es la ideologa de esa corriente radical que propugna el individualismo y la codicia como una virtudes superiores del hombre, en particular de los empresarios.

  7. Mujer
    Hace 12 años

    Coerción??? La igualdad de género esta reconocida en la constitución, así que es una forma de normar lo que ya esta establecido, aunque la ley es imperfecta ya que fue un remedo y se dejaron muchos huecos. Ingenieria social es enviar a la gente a la cárcel como lo hicieron con la ley que penaliza el aborto terapeutico. Eso ademas de ser coerción, va contra las normas internacionales establecidas.

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