Virtual Life
VIDA
Cuando pensamos en un videojugador imaginamos a un niño gordo e introvertido que pasa su vida sentado frente a la televisión. Esto se debe a que se tiene una imagen negativa de los videojuegos en Latinoamérica, sin embargo, hay países como México, Chile y Brasil, por mencionar algunos, cuyo consumo es sumamente fuerte, lo que habla de una relación amor-odio.
50 Por ciento de los menores videojugadores discuten con sus padres por la cantidad de tiempo, momento de jugar o uso que dan a los videojuegos.
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Tal como ocurre con las caricaturas y los cómics, la sociedad ha tardado en comprender la cultura de los videojuegos. El común de la gente suele estereotiparlos como una diversión para niños y adolescentes, por lo que después los acusan de incitar violencia en los menores al ver fuertes escenas de juegos de guerra o matanzas, que no estaban destinadas a infantes.
Lo primero es corregir la imagen del videojugador, cuya edad promedio en Latinoamérica es de 30 a 37 años. También, cada vez más mujeres son videojugadoras. Aunque los niños también están en la jugada.
Los padres de familia que no sean jugadores, pero que los compren para sus hijos, pueden seguir el consejo de revistas especializadas, así como sitios de Internet, donde explican las clasificaciones que todos los juegos tienen impresas en sus carátulas.
Es cierto que existen aspectos negativos respecto a los videojuegos, como la adicción a los mismos o el enajenamiento. Sin embargo, estos problemas no se derivan de los productos mismos, sino del descuido de los padres con respecto a la educación de los hijos, la vigilancia de qué juegan y qué tanto. Algo semejante a lo que ocurre con Internet y las redes sociales. Es justo ahí donde la sociedad podrá dar un paso y comprender la cultura de los videojuegos.
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