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Luis Sánchez Sancho

Los paradigmas en la mitología

Luis Sánchez Sancho  

El amigo lector  Bayardo Muñiz Otero, nicaragüense residente en San José, California, Estados Unidos, me ha escrito de nuevo y esta vez para hacer unos magníficos comentarios acerca de mi artículo  publicado el pasado viernes 9 de marzo corriente bajo el título  Edipo, el príncipe desdichado.

Los comentarios de don Bayardo son tan interesantes, que he decidido transcribirlos  íntegramente, con algunos breves ajustes de edición: “Me ha sorprendido mucho la interesante nota que cita en su último artículo (dice el señor Muñiz), sobre un escrito titulado “Lumbreras imaginarias” que nunca existieron pero “que han moldeado a nuestra sociedad, cambiado nuestra conducta y modificado el curso de la historia”, escrito que aparece en el número de febrero 2012 de Selecciones del Reader Digest y entre cuyos personajes de leyenda solo aparece Edipo,  de la mitología griega.

“En mi opinión, no creo que Edipo sea el mejor ejemplo a seguir y figuras legendarias, como el hombre del Marlboro, Mickey Mouse o el Príncipe Azul, tampoco han modificado en modo alguno las costumbres o inferido en el curso de la historia. Quizás lo que ha creado el cigarrillo es el vicio de fumar, lo cual tampoco es buen ejemplo”.

“No han leído los autores de ese libro ejemplos tales como Harpócrates (ver, oír y hablar poco o actuar con prudencia); o Erato y Safo, que han sido la inspiración de poetas a lo largo de la historia, o de Asclepios o Esculapio, devoto y abnegado dios de la medicina, o de Osiris, de Egipto, bondadoso y progresista faraón que dejó el trono para ir a civilizar a la gente de Etiopia, Arabia y la India”.
“Usted mismo escribió —sigue diciendo don Bayardo Muñiz— que ‘todos los mitos griegos son no solo interesantes, sino también aleccionadores’ (LP, 9 de diciembre de 2011). Y todavía escribe:  ‘hay que recordar que los dioses mitológicos fueron creados por los hombres en su imaginación para explicarse los fenómenos de la naturaleza y la conducta humana’ (14 de octubre de 2011)”.

“También tenemos a Prometeo, que nos da la lección de que no hay que tomar las cosas ajenas sin permiso y que algunas veces por hacer el bien terminamos muy mal, como él. Y está igualmente Kairos, que inspira a aprovechar cada oportunidad que se nos presenta como lo dijo Horacio en su carpe diem, quam mínimum crédula postero. O Penélope, la devota esposa de Odiseo, ejemplo de fidelidad al esperar a su esposo durante veinte años de ausencia, o al mismo Dionisio o Baco, (Bacchus) que a pesar de su mala fama enseñó a muchos pueblos el cultivo de la uva, la elaboración del vino y otros tantos conocimientos y al final se dedicó a la religión, promoviendo el culto a la divinidad (LP, 22 de mayo de 2009). Y por último está Dédalo, el arquitecto que construyó el famoso Laberinto en Creta para encerrar al Minotauro, del cual el escritor argentino Jorge Luis Borges dijo que ‘el Laberinto de Creta no solo tenía un significado de opresión y terror, sino que también un símbolo de rebeldía y liberación’, y añade: ‘yo creo que en la idea del laberinto, hay una idea de esperanza también’ (LP, 2 de septiembre de 2011)”.
“Espero que los autores de ese libro no lleguen a incluir a Batman, Pluto o a Godzilla”, termina diciendo don Bayardo Muñiz Otero, con quien comparto su  opinión de que esos escritores sobre las lumbreras imaginarias, si hubieran querido habrían encontrado muchos paradigmas positivos en la mitología griega, de esos que enseñan a bien vivir.

Columna del día Opinión

COMENTARIOS

  1. LA MITOLOGIA WALT DISNEY Y COMPAÑIA
    Hace 12 años

    Dédalo era de los que mataban e iban al entierro. El fué el que fabricó la vaca ficticia que Pasífae usó para dejarse preñar del toro favorito de su esposo. De esa unión con el toro Pasífae dió a luz al Minotauro. Después el mismo Dédalo construyó el laberinto para encerrar al Minotauro, porque ya no lo aguantaban. En cuanto a Edipo, Blanca Nieves tuvo algo en común con él. Al uno lo mandó a matar su padre, a la otra la mando a matar su madrasta hechicera. Ambos se salvaron.

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