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Rhina Cardenal DeBayle

La injusta “justicia” nicaragüense

Casos insignes de la injusta “justicia” nicaragüense incluyen el inaudito trato a los asesinos de Carlos Guadamuz y de la familia Flores, de El Carrizo, del violador de Fátima Hernández y el de Zoylamérica y mi propio caso de violencia intrafamiliar.

Estrés carcelario, estados de ebriedad y supuesta caducidad, hacen impunes los crímenes de quienes gozan de influencias políticas y económicas.

En mi caso, hace dos años, hubo una resolución judicial que no desestimó el delito, simplemente mandó al Ministerio Público a presentarla “correctamente”, supongo que con la esperanza que el agotamiento me hiciera desistir.

Desde entonces la Fiscalía ¡engavetó el caso! No puedo asegurarlo, pero fui informada que se debió a las contribuciones de mi agresor al expresidente Alemán y sus influencias.

Efectivamente, las interminables y revictimizantes investigaciones, declaraciones y evaluaciones, y la indiferencia de la Fiscalía y del poder judicial me agotaron. Me dediqué a sanar las secuelas del maltrato continuo y prolongado al que fui sometida.

Durante diez años en mis programas de televisión promoví las denuncias de violencia intrafamiliar, aplaudí los avances en su combate y critiqué los obstáculos sociales e institucionales. En consecuencia y coherencia denuncié públicamente mi propio calvario. Tenía la esperanza que mi experiencia diera fortaleza a los millares de mujeres que diariamente son violentadas en el santuario de su hogar y no se atreven a romper el silencio.

Dos años tarde, por solicitud del Ministerio Público, me contactó la Comisaría de la Mujer para reactivar el caso y ser sometida a nuevas evaluaciones e interrogatorios.

Esto implica revivir todas las agresiones y confiar en un sistema judicial que no tiene nada de “justo”, ni en lo penal ni en lo civil.

Con la nueva jurisprudencia establecida por el poder judicial, según la cual el estado de ebriedad es considerado un atenuante para cualquier crimen cometido, la posibilidad de recibir justicia es casi inexistente. (Como es muy bien conocido, la mayoría de agresiones intrafamiliares son perpetradas por borrachos).

Además de lo ya sufrido durante mi experiencia conyugal y judicial, ni siquiera en el ámbito civil se me ha hecho justicia compensándome por los inmensos daños emocionales, profesionales y económicos a que tengo derecho.

La única justicia a la que puedo aspirar es la Justicia Divina. Ojalá las denuncias públicas sirvan de llamado de conciencia a las autoridades y que nuestra sociedad no sea cómplice silenciosa de la violencia.

Por estas razones disiento la acción criminal que la Fiscalía propone tardíamente. Aceptarlo implicaría ser revictimizada, sin ninguna esperanza de reivindicación por el sistema ilegítimo, fraudulento, injusto y parcializado imperante, que solo responde a intereses y es absolutamente ciego ante el dolor de las víctimas.

Por lo menos hasta el día de hoy aún puedo expresar mi verdad, de mujer y de ciudadana en los pocos medios de comunicación que conservan los valores libertarios y de justicia, como es este que publica hoy mi testimonio… La autora es periodista

Opinión
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