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La petición de las Damas de Blanco al papa

Editorial: La Petición de las Damas de Blanco al Papa

El movimiento de mujeres cubanas democráticas llamado Damas de Blanco, que ha sido honrado con el Premio Andrei Zájarov a la Libertad de Conciencia, otorgado por el Parlamento Europeo, y con el Premio de los Derechos Humanos de Human Right International, le pidió a la Iglesia católica de Cuba y al papa Benedicto XVI, que se les conceda una breve audiencia durante la visita oficial que Su Santidad hará a Cuba del 26 al 28 de marzo corriente.

Otros grupos políticos democráticos como el ilegal Partido Republicano de Cuba, no solo han demandado reunirse con el papa Benedicto XVI, sino que han presionado con medidas de hecho tomándose fugazmente algunos templos católicos y durante tres días la Iglesia de la Caridad ubicada en un barrio céntrico de La Habana.

Cabe mencionar que el movimiento de las Damas de Blanco no ha estado de acuerdo con quienes han ocupado los templos católicos, pues según expresó su vocera, la señora Berta Soler, “las iglesias son para orar y estar cerca de Dios, no para actividades políticas”. En igual sentido se pronunció el opositor Movimiento Cristiano de Liberación, el cual advirtió por medio de su líder principal, el señor Oswaldo Payá, que las iglesias no deben ser utilizadas como espacios para plantear demandas políticas, aunque sean justas y legítimas.

En realidad, vista desde una perspectiva democrática es indiscutible que la demanda de los opositores a la dictadura comunista de Cuba, de reunirse con el papa, es justa y legítima. Sin embargo, es una demanda inviable porque la agenda de la visita papal está fijada de antemano y es concertada con el régimen castrista, el cual jamás aceptaría que el papa se reuniera con ninguna representación de la oposición.

Sin duda que el Vaticano y el papa personalmente están muy bien informados sobre la situación real de Cuba. El papa Benedicto XVI tiene que estar enterado de que el régimen comunista ha empobrecido al pueblo cubano, que ha violado de manera despiadada y sistemática los derechos humanos, que no permite la libertad de expresión y de prensa, ni reconoce el derecho de los ciudadanos cubanos a organizarse políticamente de manera independiente y mucho menos a cambiar de gobierno por medio de elecciones libres y justas.

Tampoco podemos poner en duda que la Iglesia y el papa quieren cambios democráticos para Cuba. Ese fue el sentido de la famosa expresión del papa Juan Pablo II en 1998, cuando visitó la isla comunista, de que el mundo debe abrirse a Cuba y Cuba debe abrirse al mundo. Pero la estrategia del Vaticano es de mediano y largo plazo. Gracias a ella la Iglesia ha dejado de ser perseguida en Cuba, ha podido sacar de la cárcel a muchos presos políticos y es ahora una fuerza espiritual de contención a los excesos de la dictadura comunista, al menos relativa.

En todo caso, si el papa no puede reunirse con los opositores cubanos por lo menos debería atender el ruego de las Damas de Blanco, de hacer una plegaria por los prisioneros, perseguidos y oprimidos por la dictadura comunista. Y si Benedicto XVI quisiera elevar esa plegaria en voz alta y públicamente, sería muchísimo mejor.

Editorial Opinión
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