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Ariel Montoya

Centroamérica y los Acuerdos de Esquipulas II

“¿Qué tienen que ver los acuerdos de Esquipulas con los reclamos que los militares en retiro del Ejército le hacen al Gobierno?”, se preguntaba recientemente José Baldizón, un conductor de camión en la Carretera Panamericana en Sébaco, Nicaragua, a principios de marzo, mientras se secaba el sudor de la frente y expresaba su molestia ante un tranque infinito de buses, vehículos y camiones paralizados, a unos cien kilómetros de Managua, como una medida de protesta a fin de que se les resuelvan reclamos de tierras, pensiones y otros beneficios incumplidos desde que entregaron las armas.

La respuesta a esa pregunta, surgida en medio de una improvisada plática surgida al calor de la protesta callejera, la bullaranga de los vendedores ambulantes, el impune sol y la furia desenvuelta de una muchedumbre viajera e inconforme a la que no faltaban algunos extranjeros que nada tienen que ver con los entuertos locales, sí tiene mucho que ver con aquellos Acuerdos de Paz de Esquipulas II, firmados en Guatemala un 7 de marzo de 1987, ya que en ellos se incubaron las demandas sociales más grandes que la sociedad centroamericana demandaba una vez concluida la guerra civil, la cual tuvo su mayor expresión en los ochenta.

Más allá de las buenas intenciones y voluntades demostradas por los expresidentes centroamericanos de entonces, quienes firmaron esos Acuerdos y entre quienes están Vinicio Cerezo, de Guatemala; Daniel Ortega, de Nicaragua; Oscar Arias, de Costa Rica y los ya fallecidos Napoleón Duarte, de El Salvador y José Azcona Hoyo, de Honduras, la realidad es que las condiciones económicas de cada país, las convulsiones políticas internas, el proceso de desmovilización y reinserción y los efectos retroactivos de la Guerra Fría, no iban a permitir que todo lo estipulado en aquellas firmas pacifistas iba a implementarse exitosamente para darle tantas respuestas a tantas demandas.

Es por eso que, a la par del frío interés sobre las causas integracionistas centroamericanas debido al escaso debate y promoción que sobre el tema existe y ante las agendas supremas de cada nación, amenazadas por flagelos como el desempleo, la corrupción pública, privada, el narcotráfico y amenazas de explosión social, ha habido sectores políticos interesados en impulsar un Esquipulas III, el cual sin embargo no cuenta ya con la ambientación, las circunstancias y los antecedentes geopolíticos de la década de los ochenta, lo que no invalida, para nada, que la sociedad en marcha propicie mecanismos de aplicación de lo que sigue significando esa meritoria agenda regional.

Desde inicios de los años noventa hasta la fecha han transcurrido años de tiempos perdidos y aprovechados. La derecha que volvió al poder visualizó que en la economía liberal había oportunidades portentosas para salir del atascamiento belicista, pero desestimó la imaginación colectiva y el sentido de la sensibilidad social, y la izquierda aunque remontada en la aplicación de esas mismas políticas económicas —lo que le ha permitido mantener y superar algunos márgenes de crecimiento— debe, en algunos casos, superar el atavismo populista y abrirse más a la institucionalidad y la igualdad de oportunidades.

Hoy en día la búsqueda de soluciones no depende de la fuerza local de cada estado sino del conjunto de naciones y del ordenamiento jurídico de las mismas establecido en el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), de donde se verá cómo afrontar las nuevas epidemias de salud, el narcotráfico, el medioambiente y la búsqueda de cooperación para los proyectos de estrategia de seguridad en los países y organismos internacionales que corresponden.

Subsisten otras realidades luego de desmoronados los campos de guerra y la paz, aunque no completa desde la perspectiva de que aún existen muchos incumplimientos, sigue siendo el mayor aporte a la estabilidad que en términos generales se respira y ese fue y ha sido el mayor aporte de Esquipulas II, motivado por el diálogo tanto regional como intrarregional. Lectura vigente y aleccionadora para la gobernabilidad política de la actualidad: en democracia y sin tranques. El autor es escritor y periodista, presidente de la Fundación Centroamericana Esquipulas.

Opinión
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