Elízabeth Romero
Bajo el nombre de Ticuantepelt fue reabierto al público el centro recreativo que antes fue conocido como Campestre La Borgoña, justo siete meses después del crimen del padre Marlon Ernesto Pupiro.
El local fue abierto sin mucha propaganda, aparentemente para no causar la reacción de los pobladores de La Concepción, de donde fue párroco el sacerdote asesinado. En Facebook aparece que la nueva Borgoña es ahora Ticuantepelt, la que reabrieron a partir del 17 de marzo.
Tras el crimen el local permaneció cerrado, pese a que con su informe final la Policía liberó de responsabilidad al propietario del mismo, al asegurar que el crimen fue cometido fuera de ese local, al cual nunca se conoció con exactitud los motivos por los cuales acudió el sacerdote.
LA PRENSA consultó con el vocero policial, comisionado mayor Fernando Borge, para indagar qué tomaron en cuenta para autorizar la reapertura del local. Inicialmente dijo desconocer el caso y aunque prometió ofrecer una versión más tarde, después no respondió el teléfono.
En enero pasado, la hermana de la víctima, María Lesbia Pupiro, denunció que la Policía pretendió alegar que su padre Pablo Pupiro se negó a hacerse la prueba de ADN, para comparar con los restos de sangre que fueron encontrados en uno de los cuartos del centro recreativo La Borgoña. Según esta, su padre sí se la realizó, pero nunca supieron el resultado.
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