Ramón Villarreal
La tranquilidad del barrio Gaspar García Laviana, de Rivas, se vio interrumpida ayer, cuando Francisco Torres, de 50 años, llegó en busca de un amigo albañil que construye una casa en ese sitio. Eran aproximadamente las 11:00 a.m. cuando llegó a la propiedad de José Antonio Espinoza.
Cuando Torres estaba contiguo a la batea de la mezcla con que repellaban la casa en construcción, vio a un pequeño vestido de rojo, agachado y con cara de viejo, de entre 30 y 40 centímetros de alto.
Torres quedó “perplejo y con la piel eriza” cuando el pequeño se incorporó y comenzó a caminar hacia arriba, sin agarrarse, sobre las paredes recién repelladas.
“La verdad yo nunca había visto algo así. La gente dice que eso es un duende, pero yo no conozco los duendes, lo único que sé es que los pies se me pusieron pesados, la carne como de gallina, toda chiriza y hasta que el hombrecito subió la pared y desapareció fue que yo me pude mover y de él solo quedaron las huellas”, comentó Torres.
La casa en construcción de José Antonio Espinoza, en el barrio Gaspar García Laviana, se vio abarrotada por vecinos y curiosos que llegaban a observar las huellas de pequeños pies en la pared, las que aparentaban ser de dos pies iguales, con cinco y siete dedos.
En las radios locales las opiniones se dividieron. Hubo alguien que llamó desde la Isla de Ometepe que aseguró que ahí varios menores han sido llevados por lejanos caminos por supuestos duendes.
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