El doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal escribió y publicó en LA PRENSA del 14 de noviembre de 1974, un editorial titulado escuetamente “El Juez”.
Se refería al entonces juez Guillermo Vargas Sandino, quien dictó una sentencia absolutoria a favor del doctor Chamorro Cardenal cuando de manera injusta y arbitraria había sido acusado en los tribunales por el régimen somocista, por haber publicado la denuncia de una campesina que fue apresada en la montaña por una patrulla de la Guardia Nacional y violada sexualmente por el sargento que la comandaba.
En esa época era imposible obtener en Nicaragua un fallo favorable de la justicia, cuando estaba de por medio el interés gubernamental, advirtió en su comentario editorial el doctor Chamorro Cardenal. Sin embargo, excepcionalmente la sentencia del juez Vargas Sandino “fue un fallo justo emitido a favor de quien tenía la razón y no obstante que la parte contraria, la parte acusadora, era nada menos que una poderosa oficina del Gobierno”. De manera que aquel juez dio “una extraordinaria muestra de honradez, civismo, valor y dignidad profesional” que mereció el reconocimiento de “vastos sectores de ciudadanos”, y personalmente del doctor Chamorro Cardenal, quien le tributó merecido homenaje diciendo que esa “es la actitud de un juez: de un verdadero juez”.
Lo que demuestra ese hecho histórico es que aún donde y cuando la justicia ha sido subordinada a un poder autocrático y autoritario, como era la situación de Nicaragua bajo el somocismo, sin embargo había por lo menos un juez capaz de actuar con “honradez, civismo, valor y dignidad profesional”. Y a pesar de que ahora la degradación de la justicia es peor que en el somocismo, lo mismo se puede reconocer y decir actualmente.
Así lo ha demostrado el doctor Sergio Cuarezma Terán, quien en agosto de 2010 dejó voluntariamente de ejercer su cargo de magistrado de la Corte Suprema de Justicia como protesta por el virtual golpe de Estado que Daniel Ortega perpetró contra el orden constitucional, al mantener en sus cargos, mediante decreto administrativo, a los magistrados del Poder Judicial cuyos períodos se habían vencido y solo la Asamblea Nacional los puede prorrogar o sustituir. Además, el doctor Cuarezma renunció al jugoso sueldo y los cuantiosos privilegios que conlleva el ejercicio de la magistratura.
El caso del doctor Cuarezma Terán demuestra que en Nicaragua hay profesionales competentes y además honestos, cual es la virtud que más se necesita actualmente para desempeñar los cargos de magistrados judiciales y electorales con honradez, valor cívico y dignidad profesional, a pesar del predominio absolutista y corruptor del orteguismo sobre los órganos superiores del Estado.
De modo que si en 1974 el doctor Guillermo Vargas Sandino, quien posteriormente —durante el gobierno democrático de doña Violeta Barrios de Chamorro— fue magistrado y presidente de la Corte Suprema de Justicia, mereció el honroso título de “El Juez” que le concedió el doctor Chamorro Cardenal, ahora es justo reconocerle al doctor Sergio Cuarezma Terán el también sencillo pero significativo título de “El Magistrado”.
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