La Habana/EFE
La disidencia cubana valoró ayer entre la decepción y el aprecio por sus buenas intenciones la visita del papa Benedicto XVI a la isla, que se desarrolló entre denuncias sobre “centenares” de detenciones y acciones represivas para impedir a los opositores ir a las misas del pontífice.
Una de las arrestadas fue Berta Soler, líder de las Damas de Blanco, que no pudo asistir el miércoles a la misa del papa en La Habana al ser detenida junto a su esposo, el expreso político Ángel Moya, cuando se dirigían a la Plaza de la Revolución.Ambos pasaron el día en una estación policial y en la noche fueron liberados, relató Soler quien afirmó que ninguna de las Damas de Blanco, grupo desilusionado, pudo ir a la misa porque fueron detenidas u obligadas a estar en sus casas.
Para la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN), la visita papal se desarrolló bajo el signo de los “centenares”: centenares de detenciones, centenares de mendigos “internados” en diversos centros y centenares de teléfonos cortados para incomunicar a los disidentes.Guillermo Fariñas consideró que la visita ha sido “una vergüenza”. “En sus cuatro discursos no fue capaz de hacer una mínima alusión a los cubanos impedidos por las autoridades para asistir a sus misas”, dijo.