Es increíble, el galón de combustible anda por los 130 córdobas, el segundo precio más alto de toda la región centroamericana, y nosotros los nicaragüenses seguimos echando combustible como si nada.
Estamos plenamente conscientes de que el presidente inconstitucional Daniel Ortega tiene un acuerdo con el presidente de Venezuela para solo pagarle en efectivo el 50 por ciento del combustible que importa y el otro 50 por ciento se lo paga a un plazo de 25 años, lo que le ha permitido amasar una fortuna fabulosa, ya que nadie controla cómo se usa esa inmensa cantidad de dinero que maneja. Y para colmo, la empresa estatal Albanisa (49 por ciento propiedad de Petronic y 51 por ciento propiedad de Pdvsa), que a fuerza de la repetición de una mentira es ahora una empresa “privada”, tiene prácticamente monopolizada la importación del combustible, por lo tanto el inconstitucional es el único beneficiado de esta bonanza petrolera.
Todo esto pasa ante nuestros ojos y nadie dice nada. Vamos a las bombas de gasolina, muchas de ellas propiedad del inconstitucional, y pagamos el precio que sea, aunque semana a semana suba el precio. Es más, agradecemos cuando “baja”. ¿Cómo es que podemos celebrar una reducción luego de 15 aumentos consecutivos? Pero ahí seguimos, como zombies, pagando más.
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Y lo mismo pasa con la energía eléctrica. Ya viene pronto el mes de junio, nos van a clavar otro aumento a la tarifa, ¿por qué? porque las plantas generadoras de Albanisa, las más ineficientes del parque generador, necesitan tragar más combustible que importa Albanisa, curiosamente a un precio superior al precio de referencia que estaríamos pagando si se estuviera importando a través de la refinería.
Pero nadie se atreve a levantar la voz en protesta, a pesar que el inconstitucional está ganando millones al vendernos la gasolina, al vendernos la energía y al prestarnos para subsidiar otra parte de la tarifa de energía (por un aumento que no se dio el año pasado, ¿recuerdan?)
Por mucho tiempo se ha manejado la tesis de que la gente en este país no protesta porque está muy preocupada por su siguiente plato de comida. Pero esa tesis no funciona en este caso por la sencilla razón de que esa no es la gente afectada en este momento. Al menos directamente. Esa gente, que es la más pobre, no ha sufrido un aumento en la energía desde el 2005 porque, si acaso tiene energía, nuestros impuestos —no Alba Caruna— subsidian su consumo.
Además, esa gente no ha sufrido un aumento en el pasaje del bus porque desde el 2006 vale C$2.50 y eso porque en gran parte es subsidiado —de nuevo— por nuestros impuestos (revisen el presupuesto si no creen) y otra pequeña parte por los fondos Alba. Aunque, eso sí, ellos, igual que todos los nicaragüenses, están sufriendo el aumento del costo de la vida, pero bueno.
A quienes me refiero yo que no se atreven a levantar la voz es a los que pagan el taxi, a los que tienen su moto, a los que pagan más del mínimo de luz, a los que tienen su carrito y de ahí a los que están mejor, pero que han visto su nivel de vida disminuido. Cientos de miles de asalariados o empleados por cuenta propia a quienes el ingreso cada vez les da para menos. A toda esa gran cantidad de gente que está siendo afectada directamente, que sabe que las cosas se podrían hacer diferentes, pero no mueve un dedo para protestar.
Y no estoy hablando de que protesten violentamente ni que salgan a apoyar a ningún político. Estoy hablando de que protesten porque este régimen los está ahogando económicamente y se está enriqueciendo ante sus propios ojos. Pero no lo hacen.
No lo hacen. No lo hacemos porque no somos ciudadanos. Parece que ignoramos que no solo tenemos el derecho, sino que también tenemos el deber de decir que lo que está pasando no es correcto y que debe cambiar. Yo pensé que empezaríamos a protestar cuando nos metieran la mano en la bolsa, pero desde hace rato lo están haciendo y nada. ¿Será que tenemos vocación de súbditos?
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