Por Edgard Rodríguez C.
El Barcelona, cuyo fantástico futbol se tornó poesía en movimiento que sedujo hasta a quienes le adversan, no tuvo la rima adecuada ayer ante un Chelsea firme, que lo eliminó de la Liga de Campeones.
Mediante empate 2-2, con goles de estupenda manufactura de Ramires y Fernando Torres, la tropa londinense firmó su boleto a la final contra quien gane entre el Real Madrid y el Bayern de Munich hoy.
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Con el ánimo arriba, tras imponerse 2-1 en el clásico al Barcelona, el Real Madrid parece disponer de los recursos necesarios para vencer hoy al difícil club alemán. El Madrid debe ganar si desea ir a la final el 19 de mayo en Munich.
14 goles acumuló Lionel Messi en esta edición de la Liga de Campeones y ya no podrá romper el récord que comparte con el italo-brasileño José Altafini en 1962-1963.
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Afectado por la mala suerte y la firmeza defensiva de un Chelsea que se agrupó en torno a su cabaña, el Barcelona tocó con la precisión de costumbre, presionó de forma constante y generó ocasiones, pero dos goles no fueron suficientes.
Para remate, su eterno salvador, Lionel Messi, siguió su ayuno ante el Chelsea y hasta falló un penal, justo cuando el partido pudo haber tenido su punto de inflexión. Ahí respiró el conjunto inglés.
A los tres minutos, el Barsa creó la primera oportunidad a través de Alexis Sánchez y Messi, pero Cech la rechazó. Sin embargo, al minuto 35, tras saque de esquina, Alves controló y pasó a Cuenca, quien envió centro desde la izquierda, empujado por Busquets para el 1-0.
Y cuando John Terry fue expulsado al minuto 37 e Iniesta clavó el segundo dardo al 44’, el Chelsea pareció derrumbarse. Pero justo ahí mostró su carácter y, tras error de Mascherano, Lampard habilitó a Ramires, quien con una vaselina calmó la algarabía en el Camp Nou.
El Barsa siguió presionando y las fallas vinieron una tras otra, entre ellas la más dramática, el penal que Messi no pudo convertir. Ahí se descompuso el argentino y con él toda la tropa azulgrana.
Y justo en el tiempo añadido (90+2) Torres se fugó, burló a Valdés, quien descubrió a qué sabe la grama, y con una frialdad homicida propinó el tiro de gracia, que borró toda ilusión para el Barcelona.
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