Por Arlen Cerda
Julio. 1984. Víspera del quinto aniversario de la revolución que terminó con la dictadura somocista de casi 45 años. Son los días en los que cuando Tomás Borge Martínez hablaba fascinaba a las masas. Es el más popular entre los nueve comandantes de la aún joven revolución. Histriónico, de discurso grave, lleno de frases poéticas y de metáforas.
Borge, entonces de 54 años, es el temido y todopoderoso ministro del Interior, que desde un edificio donde se lee la frase: “Centinela de la felicidad del pueblo”, controla la Dirección General de la Seguridad del Estado (DGSE), dirigida por Lenín Cerna, la Policía, Migración y el sistema penitenciario. Dueño de un poder casi irrestricto —que años más tarde niega— manda a perseguir a “los enemigos de la revolución” y establece una estricta censura de prensa, que incluye el cierre reiterado del este Diario, del cual había sido corresponsal cuando era estudiante de Derecho en León.
Pero esa figura poderosa y su leyenda como sobreviviente de la lucha contra la dinastía somocista, que lo encarceló en dos ocasiones, y único fundador vivo del Frente Sandinista, resultan insuficientes para que gane la postulación como candidato presidencial del FSLN para las elecciones de ese año. Daniel Ortega, introvertido, de bigote poblado, lentes enormes y cabello desordenado, sin gracia ni magia para hablar, pero presidente de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional (JGRN), es quien gana el cargo.
En los siguientes 28 años, Tomás Borge no logró revertir ese curso de la historia. Visto y presentado por el mismo Ortega como símbolo de la revolución y desde entonces segundo al mando como vicesecretario general del FSLN, su influencia política solo disminuyó desde entonces.
ENTRE LA LEALTAD Y LA ARROGANCIA
Carlos Mejía Godoy conoció a Tomás Borge a finales de 1978 en Panamá. Mejía escribía Guitarra armada y Borge llegó a aquel país liberado tras la toma del Palacio Nacional en agosto de ese año.
“Entre los dos nació una amistad que desde sus embriones surgió para toda la vida”, recuerda el cantautor nicaragüense que de Borge destaca “la lealtad” y “la capacidad para rectificar sus errores”.
Según Mejía, su amistad no cesó ni siquiera cuando él se alejó del FSLN ni cuando protagonizó un reclamo público contra el uso de sus canciones de parte del actual gobierno de Daniel Ortega.
Aquellos que lo conocieron de cerca recuerdan a Borge como un buen amigo, a veces impredecible y también arrogante.
“Un personaje carismático que ama la literatura y puede ser con la misma facilidad arrogante y autoritario, tierno y sentimental”, escribió Gioconda Belli en su libro de memorias El país bajo mi piel .
En los últimos años, sin embargo, Borge se convirtió en una figura tragicómica, visto por algunos de sus mismos excompañeros de lucha como un funcionario vitalicio, con afán de protagonismo. Incluso, algunos cuestionan lo más mítico de su legado.
En la compra-venta de terrenos, casas, lotes, fincas y empresas que pasaron a manos de terceros vinculados a la cúpula gubernamental del FSLN, entre el 25 de febrero y el 25 de abril de 1990, una propiedad de 7.8 manzanas en Bello Horizonte fue adquirida por una mujer vinculada a Borge, a un precio de 7,910 dólares. En julio de 1992 ella “donó” el terreno a la Fundación La Verde Sonrisa, que él dirigía. En agosto del 2004 y febrero del 2007, casi toda la propiedad —donde hoy funcionan Multicentro Las Américas y el Hotel Express— fue vendida por más de 1.5 millones de dólares.
Más tarde, en agosto del 2007, vendió por 20 mil dólares un terreno de 900 varas cuadradas, ubicado en Carretera Norte.
En enero del 2008, la finca Las Plazuelas, ubicada en el volcán Mombacho, que Borge había dicho que era propiedad de La Verde Sonrisa, en verdad estaba a nombre de su esposa Marcela Pérez Silva, y fue vendida a una ciudadana coreana en 800,000 dólares.
Por sus investigaciones, Enríquez ganó el Premio Ortega y Gasset en abril del 2011. En julio, Borge opinó que ese “es un premio que dan a los enemigos de los revolucionarios”.
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- en el poder pronosticó Borge para el Frente Sandinista en mayo del 2010, previo a las elecciones nacionales de noviembre del 2011, cuando “cueste lo que cueste” —dijo— no permitirían el regreso de la derecha al poder. Su frase: “Habrá Frente Sandinista hoy, mañana y siempre, más de 100 años, muchos más”, recordó la vieja meta del extinto Tercer Reich, que lideró Hitler en Alemania.
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TIRADO: “BORGE NO ES FUNDADOR”
En la historia del Frente Sandinista, Tomás Borge es descrito como una figura clave en el derrocamiento de la dictadura somocista, uno de los nueve miembros de la Dirección Nacional del Frente Sandinista y fundador de esta organización política junto a Carlos Fonseca Amador, Silvio Mayorga, Santos López y otros más. El excomandante de la revolución, Víctor Tirado López, no está de acuerdo con la última de esas líneas.
“Tomás cometió una imprudencia en la casa de seguridad de un colaborador, donde ellos se quedaban en Tegucigalpa. Carlos no se lo perdonó y lo suspendió del Frente de Liberación Nacional, que entonces todavía no era sandinista. ¿Qué significa esto? Que cuando el Frente Sandinista se funda como tal, él no está en la estructura. Es decir, su aporte a la estructura del FSLN es nula. Es un mito”, dice Tirado, quien sostiene que una carta en manos desconocidas prueba esa suspensión que duró cuatro años.
De la imprudencia Tirado no da detalles. Once años atrás, cuando se refirió por primera vez al tema tampoco quiso darlos: “Pues, una imprudencia ahí… con una familia, una hija… eso no, no… para qué vamos a hablar de eso… una imprudencia, nada más”, dijo en marzo del 2001 en una entrevista con El Nuevo Diario.
Según Tirado, Borge nunca fue recto ni ordenado. “Era un indisciplinado, que se exponía sin necesidad en tiempos en los que la clandestinidad era sagrada”.
ENCARCELADO Y TORTURADO
La segunda vez que la Guardia somocista atrapó a Tomás Borge fue en la Colonia Centroamérica. Era febrero de 1976 y en medio de la clandestinidad él tenía una cita en los viejos cinemas de Managua.
La primera vez que lo encarcelaron, la Guardia le concedió a los dos años y medio la casa por cárcel y de ahí él se fugó a Honduras y luego a Costa Rica. “La segunda vez que me atraparon estaba seguro de que iba a ser distinto”, dijo Borge a la revista Magazine , el año pasado, cuando habló de sus años de cárcel en la Loma de Tiscapa.
Ahí lo mantuvieron desnudo, encapuchado y esposado a una argolla clavada en la pared a unos ochenta centímetros del suelo, que le impedía moverse y acostarse. Le daban de comer una vez al día en recipientes en los que antes se orinaban los guardias o si no le decían que la comida estaba envenenada. Luego, para interrogarlo, lo trasladaban desnudo a un cuarto enfriado con aire acondicionado y lo golpeaban.
Dos huelgas de hambre, una de 36 días y otra de 48, apenas tuvieron efecto sobre el trato de la Guardia. “Para esos años también dijeron que me habían cortado los testículos, muchas mujeres después quisieron comprobarlo”, reía al contar esa parte de su anécdota, en la que a la vez daba prueba de su fama de mujeriego y enamoradizo.
Apenas cuatro años después, en los mismos calabozos, Borge dejó el papel de prisionero para interpretar al verdugo. “Enemigos de la revolución”, fueran empresarios, periodistas o sacerdotes pasaron por las celdas para ser interrogados.
De aquellos días, unos hoy recuerdan la arrogancia y crueldad de su trato, de cómo luego se empinaba sobre un podio para hablar de los principios de la revolución; otros hablan de su generosidad y su pasión por la literatura. Hasta el final, Borge nunca dejó de ser un personaje controversial.
“ME ARREPIENTO DE HABER SIDO ARROGANTE”
En septiembre del 2002 Tomás Borge concedió una entrevista a Fabián Medina, periodista y jefe de información del Diario LA PRENSA. Le habló de sus excelentes condiciones físicas por realizar 300 abdominales y nadar 1,500 metros todos los días. También de su vigor sexual para el que, a sus 72 años, puso como prueba a sus hijos gemelos con su esposa Marcela Pérez, modelo y actriz peruana.
Meses antes, desde Panamá, Borge había alborotado a la opinión pública al confesar que amó tanto al escritor argentino Julio Cortázar (1914-1984) que “si él hubiese sido homosexual y me lo hubiera solicitado, yo hubiera aceptado hacer el amor con él”, aunque defendió su heterosexualidad.
Este es un fragmento de esa entrevista, publicada el 29 de septiembre de 2002, cuando Borge era diputado del Frente Sandinista en la Asamblea Nacional.
::: Usted fue una persona de mucho poder: uno de los nueve comandantes de la Dirección Nacional, ministro del Interior…
Sí, bueno… Es relativo, porque se ha exagerado en estos tiempos. El poder en ese momento era la Dirección Nacional. Muchas de las decisiones que yo tomaba eran mandato de esa dirección. Yo no podía por mi propia cuenta tomar decisiones.
::: Se exagera cuando se dice que usted tenía poder de vida y muerte…
¿Yo? De ninguna manera… Tenía el poder que me entregaba el Estado. También tenía alguna autonomía, desde luego, para tomar decisiones de carácter administrativas, pero grandes decisiones políticas no podía tomarlas por mi propia cuenta.
::: ¿Qué es lo que más extraña de esa época?
Yo quisiera volver a vivir ese momento para no hacer algunas cosas que hice y para hacer algunas cosas que no hice. Hice algunas cosas que me provocaron críticas, censuras… Por ejemplo: llegaba a la cárcel y si encontraba un reo enfermo lo liberaba. Fui acusado por mis compañeros y por algunos medios de usar el poder de forma arbitraria, como en efecto así ocurrió.
::: ¿De eso se arrepiente?
No. De eso no me arrepiento. En absoluto. ¡Jamás!
::: Entonces, ¿de qué se arrepiente?
Me arrepiento de haber sido arrogante en muchas de las circunstancias de mi vida, de haber asumido un engreimiento que no solo era propio mío, sino el engreimiento de un poder colectivo. Me arrepiento de no haber sido más generoso, de no haberle dado rienda suelta a mi instinto de generosidad que lo tengo bien desarrollado. Me arrepiento de no haber vivido con más humildad, que me fue difícil hacerlo, pero que finalmente me lo impuse y me vine a vivir aquí, a Bello Horizonte.
::: ¿De la “piñata” se arrepiente?
¿Cuál piñata?
::: De lo que sucedió en la transición de gobierno en el noventa.
Ah, bueno, en la piñata se distribuyeron miles de viviendas. Se legalizaron. Lo mismo tierras a los campesinos. Eso fue la famosa “piñata”, en lo fundamental, aunque también hubo abusos. Quiero confesar con orgullo que yo no usurpé ningún bien ajeno. Nadie me puede acusar, como se le puede acusar a otros, ¿verdad?… Eehhh…. No es el caso de Daniel Ortega, para que no se malinterprete, porque él adquirió una casa que estaba hipotecada por el banco y él se la compró al banco. No me refiero a ese caso, sino a otros casos donde sí hubo abuso.
::: Sobre la Seguridad del Estado. Se le ve como un monstruo de los ochenta…
Usted lo ve así, como un monstruo, y lo ve el Diario LA PRENSA. Yo no lo veo así.
::: ¿Cómo la ve, entonces?
La Seguridad del Estado, dirigida por un extraordinario ser humano, Lenín Cerna, fue un aparato extremadamente valioso para neutralizar la actividad contrarrevolucionaria. Puede ser que se hayan cometido algunos abusos, principalmente en la zona de guerra.
::: ¿Usted mató o asesinó a alguien en algún momento?
Bueno, en la guerra… Personalmente no. Ah sí, en una ocasión, cuando una patrulla de la Guardia Nacional pretendió asesinarme, yo me adelanté y desgraciadamente maté a un joven oficial de la Guardia Nacional en defensa propia. Me dolió su muerte, dicho sea de paso.
::: Vuelvo a mi pregunta inicial: ¿cuánto ha cambiado Tomás Borge? Lo que fue y lo que es.
Ahhh, mi vida de ahora es mucho mejor que la de antes, porque no tengo las responsabilidades que tuve y estoy muy contento con mi vida personal. A pesar que todavía me encuentro con posiciones injustas, odios. Yo no odio a nadie.
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