Madrid. La prensa española no se ha guardado nada.
“Argentina ‘hurta’ a Repsol el 51 por ciento de su filial” (ABC)
“El acoso del régimen peronista contra la compañía española es propio de una república bananera gobernada al estilo mafioso, no de una gran nación como es Argentina, a cuya prosperidad han contribuido nuestras empresas cuando nadie quería invertir allí”. (La Razón).
—“No es una expropiación, no es una nacionalización, es un robo que no admite sutilezas semánticas” “Porque estos que rodean a la señora Fernández no se conforman con robar, además amenazan con un ‘quietos ahí, que aún no hemos terminado’”. (ABC)
(Kicillof) “es el niño bonito de la viudísima Kirchner, que arrobada por él, ha robado por él” (La Gaceta).
“Fernández de Kirchner presenta estos días a su difunto como un especie de Cid patagónico que desde el otro mundo ha conseguido, finalmente ‘vencer al imperio. El trepidante mundo de los saqueos incluye estas paparruchas épicas” (ABC)
“basta con saber que preside la Cámpora el hijo de los Kirchner, un tal Máximo, cuyo aspecto de cenutrio lo convierte en mínimo. Apenas se sabe cómo es la voz del retoño del presidente bizco y la viuda recauchutada”. (La Gaceta).
“un camino por el que últimamente solo se había visto discurrir a los regímenes bolivarianos y que ya sabemos a dónde lleva: a la miseria y la desaparición de la democracia” (ABC).
Y esto es solo una muestra de lo que casi por una unanimidad la prensa española ha calificado como de “expolio”. Todos los medios además se han ocupado en resaltar el cambio de opinión del gobierno argentino que cuatro meses antes ponía como empresa ejemplar a Repsol-YPF, la que ahora pasa a ser la villana de la obra. Sin duda un hecho cierto, tan cierto como que los hoy destituidos, desalojados y expulsados exdirectivos de Repsol-YPF eran íntimos —como “chanchos” o cerdos, como se dice, porque todos se revuelcan en el mismo fango— con los ministros y funcionarios de la presidente Fernández a los que entonces no percibían como mafiosos.
Es interesante resaltar como no todas las nacionalizaciones y “acto de soberanía” o “avances bolivarianos” provocan el mismo tipo de reacciones. Por ejemplo, cuando Chávez resolvió nacionalizar la filial del Banco de Santander en Venezuela, nadie se quejó y hasta se festejó con champaña. Se dijo que fue un “clavo” que el comandante le sacó al señor Botin. Además se lo pagó muy bien pero para ello el Rey debió pedir disculpas por aquello de “porque no te callas” y el canciller Moratinos declarar urbi et orbi que Chávez era el presidente más democrático de la tierra.
Estas son las sorpresas de la realpolitik. El pragmatismo en política, léase negocios son negocios, tiene sus ventajas. No esta sometido a la inelasticidad de los principios. Estos en alguna forma son como las monedas únicas para la economía, como el euro, digamos; no se pueden manipular, devaluar a gusto y gana del gobernante de turno; hablando en números no se puede gastar más de lo que se tiene. Son mala cosa para la demagogia, pero eso sí, son una garantía para los derechos de los ciudadanos y un freno para la corrupción.
España ha sido un ejemplo de pragmatismo; ha apoyado a Cuba, a Chávez, a Correa, a los Kirchner, a Evo. Y sin duda lo va a seguir siendo, mientras pueda. Pero el pragmatismo tiene estos riesgos. A Cristina ahora le conviene más, quizás, asociarse con China. Cuestión de soberanía y de principios. Lo que diga la carátula no es lo que importa.
El autor es periodista uruguayo, director del semanario Búsqueda.
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