De unos años acá, el Bóer ha pasado de ser un equipo experto en “piratear” peloteros, a producirlos. De espectador, a protagonista de los torneos locales. Y últimamente, hasta los domina.
¿Cuál ha sido la clave?
Tras convertirse en uno de los equipos más sólidos a finales de la década de los setenta, en la que ganó tres títulos al hilo, el Bóer pasó a ser una calamidad en los ochenta.
El colmo fue que para hacer un Bóer competitivo se desarmó a los industriales y se hizo la fusión, que tampoco alcanzó el título, a pesar de haber avanzado a la final.
En los noventa pasó por varias manos, pero su mejor época fue cuando lo manejó don Miguel Castillo y su hijo Jacobo, quienes lo llevaron a tres títulos en cuatro años. Y a pesar de sus bajones, no fue más el equipo flojo de antes.
Pero el Bóer de ahora impacta. Y no anda pirateando jugadores. Más bien deja para otros equipos. Y más allá de que gane o no el campeonato en esta liga, ha mostrado ser una organización con una estructura sólida.
Una ventaja ahora es que su directiva tiene una gran capacidad de gestión, pero no sería justo negar que también han trabajo menores en sus ligas y hay momentos en los que utilizan hasta cinco menores en el campo y no los tres que exige la liga.
Impulsar las ligas juveniles y situar el equipo de la Liga Profesional como una misma estructura, además de la gestión, han sido las claves de este Bóer, criticado por sus rivales, quienes aseguran que cada año acomoda las reglas a su conveniencia.
A lo mejor hay algo de eso, pero creo que lo más visible es el trabajo que realizan y la manera inteligente de utilizar sus recursos. De otro modo no estaría tan arriba.
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