El buen amigo lector de esta columna, don Bayardo Muñiz Otero, nicaragüense que reside en San José, California, Estados Unidos, me cuenta por medio del correo electrónico que recientemente leyó un artículo en el cual se habla de un monstruo legendario llamado Mantícora, el cual es “más cercano a la mitología persa que griega”. Y agrega que en dicho artículo se dice que Plinio el Viejo “un narrador de leyendas mitológicas que vivió allá por el siglo uno antes de Jesucristo fue el autor de las leyendas del Basilisco, la Esfinge, los Sátiros y el Ave Fénix”.
En efecto, se conoce que según Plinio el Viejo, historiador, científico naturalista y escritor romano del siglo I de la era cristiana, la Mantícora era un animal monstruoso que existía en Persia, y él lo incluyó en su obra monumental titulada Historia natural . Por la historia se sabe que Plinio el Viejo hizo una carrera militar de doce años y después se dedicó al estudio y la escritura, siendo autor de numerosas obras que lamentablemente se perdieron, y de una historia de Roma, así como de la mencionada Historia natural en 37 libros, que era una verdadera enciclopedia de los conocimientos naturales antiguos.
A este Plinio se le llamó El Viejo para diferenciarlo de Plinio el Joven, quien era su sobrino e hijo adoptivo y fue también un sobresaliente intelectual, poeta y escritor que se dedicó al estudio de la retórica, las leyes y la ética. Cabe mencionar al respecto que de Plinio el Joven se citan a menudo algunas de sus numerosas frases célebres llenas de sabiduría, como por ejemplo aquellas que dicen: “Sirve cien veces, pero niégate una vez y nadie se acordará más que de tu negativa”; “No hay libro tan malo del que no se pueda aprender algo bueno”; y, “El mayor número de los males que sufre el hombre proviene del hombre mismo”.
En cuanto a la Mantícora, esta era un ser monstruoso de la mitología persa que pasó a formar parte de las leyendas mitológicas griegas, debido a los relatos de Ctesias, un célebre médico e historiador de Grecia del siglo IV antes de Jesucristo quien fuera hecho prisionero por los persas y por sus grandes conocimientos de medicina, llegó a ser médico personal del poderoso Rey de Persia, Artajerjes II.
En el antiguo lenguaje persa Mantícora significaba “devoradora de personas”. Se le describía como un monstruo con cuerpo de león, alas de murciélago y cabeza de hombre con cuernos en la frente, abundantes cabellos y una larga y espesa barba. Arrastraba una larga cola con púas de hierro en el extremo y medía más o menos unos cinco metros de largo por tres metros de alto. La llamaban Mantícora (devoradora de personas) porque era un monstruo carnívoro que tenía predilección por la carne humana. Para atrapar a sus víctimas las golpeaba con la cola hasta dejarlas inconscientes o matarlas, y luego las atrapaba con las garras para finalmente engullirlas.
Para Jorge Luis Borges, la Mantícora era un monstruo de Etiopía, según dice en el Libro de los Seres Imaginarios que escribió junto con Margarita Guerrero. La Mantícora —dice Borges— “tiene tres filas de dientes que calzan entre sí como los de un peine, cara y orejas de hombre, ojos azules, cuerpo carmesí de león y cola que termina en un aguijón, como los alacranes. Corre con suma rapidez y es muy aficionado a la carne humana; su voz es parecida a la consonancia de la flauta y de la trompeta”.
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