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Fernando Centeno Chiong

El síndrome de Prometeo

Uno de los personajes más misteriosos de la mitología griega es Prometeo, considerado como dios Titán y protector de la civilización humana. Tuvo la osadía de robar el fuego a Zeus para entregarlo a los hombres, rechazar a Pandora y burlarse del dios del Olimpo, al regalarle un toro lleno de huesos en vez de carne, lo cual provocó su ira y ordenó encadenaran a Prometeo en una montaña del Cáucaso, donde un águila le devoraba las entrañas por la noche, y debido a la inmortalidad Prometeo las recuperaba en el día para luego ser consumidas nuevamente por el ave en una secuencia nefasta y trágica.

Algo parecido nos está ocurriendo. Dotados por la naturaleza de recursos extraordinarios, tierra, agua, volcanes, fauna y flora, hemos sido víctimas de las ambiciones, primero de algunos de nuestros aborígenes que entregaron el país a los españoles, quienes impusieron una cultura a sangre y fuego, que desde 1524 las águilas devoraron y saquearon las entrañas del país, cada vez que se recuperaba.

Tarde o temprano, criollos y extranjeros se encargaban de engullirnos de nuevo. Así se entregó la Costa Caribe a los ingleses, las islas y cayos a los colombianos, Nicoya y Guanacaste a los ticos, Mokorón a los hondureños, y sobran los ejemplos de la falta de patriotismo, lo cual también provocó que un norteamericano se eligiera presidente de Nicaragua en una de las etapas más dolorosas y tristes de la historia devorando de nuevo nuestras entrañas.

Al igual que Prometeo, el país logró recuperarse y con el trabajo de sus hijos e inmigrantes laboriosos volvió a crecer desarrollando una economía agrícola que superó a sus vecinos enrumbándonos hacia nuevos derroteros, pero el poder y la ambición fue más fuerte y el continuismo, las plutocracias, el nepotismo, y las dictaduras se adentraron de nuevo en la rica nación y sucumbió a las ambiciones de los poderosos.

Terremotos, sequías, maremotos, huracanes, inundaciones y otros desastres se sumaron a devorar el cuerpo de Prometeo y propició a la vez uno de los peores males que hemos padecido como es la corrupción, que en la modalidad de Estado-botín fue inaugurada por Pedrarias Dávila, lacra que aún no hemos erradicado, sino que más bien se diversificó a través del paso de la historia en nuevas facetas como la corrupción política, social, estatal, empresarial, y otras aún por descubrir.

Pero la historia de Prometeo no termina tan dramáticamente. Hércules a su paso al Jardín de las Hespérides, consternado por la aterradora escena, disparó una poderosa flecha al águila derribándola y terminando con el suplicio al que había sido sometido el intrépido Titán, quien aun liberado tuvo que llevar como castigo eternamente un anillo con un trozo de roca al cual estuvo encadenado.

Pero la mitología es eso precisamente: Mitos, ficción, fábulas fantasía, leyendas, narraciones e historias (a veces medio verdades y medio mentiras) que no caben en la realidad de la política. Al Prometeo que conocemos no vendrá ningún Hércules a rescatarlo sino él mismo tiene que romper las cadenas mientras haya luz en el día y antes que las noches se hagan eternas.

El autor es periodista y escritor. Miembro del Grupo Projusticia.

Opinión mitología griega personaje Prometeo archivo
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