“Soñar no cuesta nada”, solía decir a menudo el expresidente tico y Premio Nobel de la Paz, doctor Oscar Arias Sánchez en los años ochenta, cuando le preguntaban sobre como iba a lograrse el “procedimiento para alcanzar una paz firme y duradera en la región”, conocido como el Plan de Paz Esquipulas II.
Y Arias tenía razón: soñar no es caro, lo que cuesta es hacer realidad los sueños y el Plan de Paz se hizo realidad no de tanto soñar, sino con acciones concretas de parte de los principales protagonistas del conflicto bélico, como la firma de los acuerdos de Sapoá y las rondas de negociación directa que en 1988 tuvieron lugar en el Hotel Camino Real, Managua.
Hoy el gobierno de Daniel Ortega lanza a la Asamblea Nacional un sueño recurrente en la historia nicaragüense que lleva más de 100 años: el canal interoceánico.
Con este sueño oceánico, cuyo costo actual estimado es de 30,000 millones de dólares, el Gobierno pretende que los diputados y todo el país nos pongamos a soñar, mientras la macroeconomía pende de un hilo o sea que el Gobierno norteamericano le quite las dispensas o waiver, con lo cual Nicaragua no tendría acceso a los préstamos concesionales del Banco Mundial y del BID, que sí son reales.
Así soñando con el canal, piensan que podremos olvidarnos de las tareas más urgentes que requiere la nación para superar de la crisis institucional, como es la elección de los magistrados con cargos vencidos, particularmente los del Consejo Supremo Electoral (CSE) que con el reciente escándalo en el que se vio involucrado uno de sus miembros acusado de estar ligado con una célula de narcotráfico, está en su punto más bajo de credibilidad que puede llegar, mientras cada día que pasa se aproxima la fecha inexorable de nuevas elecciones.
A como bien lo dijo el diputado Eduardo Montealegre: “El waiver se logra en Managua y no en Washington, tomando acciones concretas que reestablezcan la institucionalidad, como la elección de nuevos magistrados a toda prueba, que reestablezcan la credibilidad del CSE”.
Pero si no logra engañar a los nicaragüenses con su “diversionismo ideológico” del famoso canal, al menos Ortega ya ha logrado engañar a los ticos que piden que les consultemos a ellos como va a ser.
En lugar de preocuparse porque Nicaragua construya el megasueño interoceánico, doña Laura Chinchilla debería preocuparse cómo su Gobierno remedia, o al menos atenúa, el desastre ecológico que se cierne sobre el Río San Juan por su “carretera estrella”, carente del más mínimo estudio de impacto ambiental.
Por si no entienden el término “diversionismo ideológico”, les contaré una anécdota para cerrar mi forzado tránsito por el canal interoceánico de 30,000 millones de dólares. Apenas establecida la censura de prensa previa, en marzo de 1982 envié a la Dirección de Medios de Incomunicación (el in es del autor, siempre le llamamos así) un ejemplar que tenía en primera página un gigantesco elefante esquiando sobre las aguas de la Florida.
Para mi sorpresa la fotografía fue censurada y estaba tan sorprendido de aquel abuso de la censura, que rompiendo mis propias reglas llame a la teniente Nelba Cecilia Blandón (encargada de la Oficina de Medios de Incomunicación) para indagarme sobre los motivos de la censura del elefante esquiando. Ella, siempre con el buen humor que da estar en el poder, me respondió: “No te hagas Pedro Joaquín, eso es diversionismo ideológico, mientras toda la población debería estar abocada a las tareas encomendadas por la revolución, para prepararse contra la invasión, vos los querés distraer de lo que deberían estar haciendo (trincheras, preparación combativa, etc.) con una foto de un elefante esquiando”.
El autor es diputado de la Bancada Democrática Nicaragüense.
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