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Luis Sánchez Sancho

Los dioses de la sabiduría

Los antiguos griegos le reconocían la mayor importancia a la sabiduría y por lo tanto a la inteligencia y el conocimiento.

Como todos los pueblos de la antigüedad, los griegos eran aventureros, exploradores, colonizadores, piratas incluso, pero no dominaban a ningún otro pueblo sino que le daban sabiduría, como lo hizo ver Mario Vargas Llosa en un reciente artículo publicado en periódicos de diversos países hispanoamericanos, incluyendo a LA PRENSA de Nicaragua.

Los griegos establecieron numerosas colonias fuera de Grecia y llevaron su cultura —la más avanzada de su tiempo— al Asia Menor (actual Turquía), África del Norte, Medio Oriente y hasta el Cáucaso. Y llevar la cultura griega era llevar el amor a la sabiduría, es decir, la filosofía, de la cual ellos eran los precursores y grandes maestros.

La sabiduría se alcanzaba, según los antiguos pensadores griegos, observando lo que ocurre alrededor de uno, en la naturaleza y la sociedad, pero sobre todo reflexionando sobre lo que ocurre dentro de uno mismo. “La vida sin examinarse, no vale la pena vivirla”, es una frase atribuida a Sócrates, quien nunca escribió nada porque no sabía escribir pero su discípulo, Platón, recogió y escribió sus pensamientos. Sin duda que de esa frase se deriva la máxima inscrita en el frente del templo de Apolo en Delfos: “Conócete a ti mismo”, que se constituyó en el principio fundamental de la sabiduría griega y universal y es atribuida a diversos sabios: Sócrates, Heráclito, Tales de Mileto, Pitágoras y Solón de Atenas, entre otros. De lo cual se puede deducir que no es un aforismo de alguien en lo personal, sino de la cultura griega en general.

La sabiduría y la filosofía era necesaria para buscar la verdad y obrar con buen juicio y moderación. La desmesura, que los griegos llamaban hybris, era el peor pecado que se podía cometer. Por eso le rendían culto religioso al saber y tenían no solo uno sino varios dioses que representaban o personificaban la inteligencia y la sabiduría.

Atenea y Artemisa eran las más conocidas diosas que estaban vinculadas a esos dones. Ambas eran hijas de Zeus. Atenea representaba ante todo la inteligencia, porque nació de la cabeza de su padre. Artemisa también personificaba también la inteligencia, pero sobre todo la sabiduría que da el conocimiento e inspira el buen juicio en el obrar.

Desde antes de Atenea y Artemisa, en la primera generación de los dioses que fueron los Titanes, hijos de Urano (el Cielo) y Gea (la Tierra), hubo entre estos las primeras divinidades de la sabiduría, la inteligencia y la astucia. Ellos fueron el titán Ceo, cuyo nombre significaba precisamente “inteligencia”, y la titánide (o sea titán hembra) Metis, nombre que quería decir “consejo”, “astucia” o “ardid”.

Pero si los antiguos griegos eran tan inteligentes, si amaban la sabiduría, si se examinaban a sí mismos antes de conocer su mundo exterior y en base de eso obraban con buen juicio, diciendo y haciendo todo con medida, ¿por qué entonces es que los griegos de la actualidad son tan insensatos, cometen tantos desatinos y se buscan ellos mismos problemas que no pueden resolver?

Hay quienes aseguran que ese deterioro del modo de ser de los griegos se debe a que durante varios siglos fueron dominados por los turcos. Otros opinan que en el transcurso del tiempo olvidaron la sabia advertencia de sus dioses antiguos, de que la impiedad, la soberbia, la arrogancia y la codicia ciegan y pierden a las personas y que el pecado de la hybris o desmesura siempre se paga dolorosamente.

Columna del día Opinión
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