Si se pudiera resumir en nueve columnas o pilares la lucha titánica de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal a lo largo de su vida contra la dictadura dinástica de los Somoza, diría que al menos son nueve.
Libertad de expresión. Quizás la más obvia es la de la libertad de expresión, porque a como él decía es la libertad sobre la cual recaen todas las demás libertades individuales, sin libertad de expresión está disminuido incluso el derecho a la vida, sin libertad de expresión no hay libertad. La lucha por este fundamento básico de la democracia fue dura, censura y cierres. Pero mi padre defendió siempre la libertad de expresión, incluso la de aquellos que no comulgaban con su ideología.
Libre sufragio. Mi padre luchó porque en Nicaragua se respetara el voto popular y las elecciones fueran transparentes, cosa que no ocurría con una dinastía con ansias de perpetuarse en el poder y que desde los años cuarenta, en tiempos de Somoza García, aprendieron a “manejar” las elecciones por medio del fraude.
No reelección presidencial. Paralelo a la lucha por el libre sufragio tenemos la lucha en contra de la reelección presidencial. Primero la de Somoza García y más tarde la de Somoza Debayle, quien usó todo tipo de argucias legales para reelegirse, como el nombramiento del famoso triunvirato producto del pacto con Agüero, que fustigó sin tregua desde las páginas del Diario LA PRENSA.
Derechos humanos. Buena parte de su vida la dedicó a la defensa de los derechos humanos más elementales, doquiera que fueran pisoteados por la dictadura somocista. Él mismo vivió en carne propia tortura, prisión, confinamiento, pérdida de sus derechos ciudadanos, exilio y conculcación de la libertad de expresión y de organización cada vez que se decretó el estado de sitio y ley marcial durante las etapas más cruentas de la dictadura somocista. Los derechos humanos y la defensa de las libertades ciudadanas fue otro de sus pilares fundamentales.
La verdad. Como periodista, mi padre siempre fue un alma en búsqueda permanente de la verdad. Esa maratónica empresa diaria lo llevó a enfrentar al poder y a asumir riesgos incluso el de su propia vida, a los que nunca rehuyó, con tal de llegar al fondo de la verdad. “Tiene miedo doctor Chamorro”, le preguntó el periodista tico a lo que mi padre respondió con un viejo proverbio que aprendió en su vida de estudiante en México: “Sí tengo miedo, pero cada quien es dueño de su propio miedo”.
La justicia social. En el campo social, mi padre fue un hombre con una visión de avanzada para sus tiempos, por eso abrazó los programas sociales, pero sin caer nunca en la trampa del socialismo totalitario que prometía justicia social y redistribución de la riqueza a cambio de acabar con las libertades y con la creación de la riqueza misma, al socializar los medios de producción y conculcar la capacidad creativa del individuo.
El Estado de Derecho. Como demócrata, mi padre siempre creyó firmemente que en Nicaragua tenía que haber algún día un Estado de Derecho en que todos los ciudadanos fueran iguales ante la ley. En la independencia de los poderes del Estado, es lo que al final de cuentas garantiza el Estado de Derecho. De allí su grito de batalla: “Nicaragua volverá a ser República”, o sea, de la cosa pública y no cosa privada donde la familia gobernante se había apoderado de todas las instituciones que había puesto a su servicio, incluso la Guardia Nacional que era utilizada como guardia pretoriana.
Pluralismo político. La lucha contra Somoza lo llevó a mi padre a hacer alianzas aún con sus adversarios ideológicos que amalgamó en la Unión Democrática de Liberación (Udel) porque él siempre fue tolerante y respetuoso de las ideas de los demás y su lucha no estuvo focalizada tanto en el campo ideológico como en la búsqueda sin tregua de los valores e instituciones que construyen la democracia. La tolerancia política es fundamental para la formación de la República por la que luchó Pedro Joaquín Chamorro Cardenal y lógicamente no va con ninguna forma de dictadura.
Última columna: Consecuencia. Mi padre detestaba a los falsos profetas, porque fue siempre consecuente con su predicado en todos los aspectos de su vida, él predicaba con su ejemplo. No era uno el que escribía y otro el que actuaba. Mas bien, siempre lo que dijo lo llevó a hacer las cosas que decía, porque era consecuente entre el dicho y el hecho.
El autor es diputado por la Bancada Democrática Nicaragüense
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