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XXI. Un consejero

La ciudad era, pero Managua se llamaba. Ahí el hambre de sembrar paisajes saltó a derribarlas columnas del mar.

XXII. El otro consejero

Pequeño incendio que llama,febril, a ensayarse halcón para traer las herrumbradas llaves de Dios. El niño abre la casa:él mismo saquea las macetas yermas,la loza jamás puestaen celebracióny escancia humedades para siempre jamás custodiadas por el polvo y las grietas.

Visión del crepúsculo

Las esquinas están por guardar sus uniformes colegiales y van a convertirse en flores azules. Una oreja navega sobre las aguas.

I. Selva oscura

Es selva y desiertola playa que encuentra los restos de mi día deslumbrado.“Hombre he sido”, dice la Palabra, que ciego me toma y me resguarda de los cristales del Sol, de las fieras que a todo solitario acechan…

II

“¿No socorres a aquel que te amó tanto, y que por ti salió de la vulgar esfera?

III

“Conviene abandonar aquí todo temor; conviene que aquí termine toda cobardía. Hemos llegado al lugar donde te he dicho que verías a la dolorida gente que ha perdido el bien de la inteligencia”