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Joaquín Roy

Contradicciones del embargo a Cuba

La llegada del “Ana Cecilia”, un pequeño carguero con bandera de Bolivia (que no tiene mar) de conveniencia, a La Habana, procedente de Miami, se ha insertado en la historia tormentosa de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. El detalle novedoso es que la carga se compone básicamente de donaciones del exilio cubano a sus familiares. Así se suavizará la presión de los vuelos fletados desde varias ciudades de Estados Unidos, y se reducirá considerablemente el coste.

En ese contexto, se habla ya de las expectativas referentes a que el presidente Barack Obama llegue a poner término al embargo. No es la primera vez que se comenta ese aparentemente irrealizable proyecto, ni será la última. A ambas partes, el embargo les sirve de coartada. A Washington, como reliquia asequible de su hegemonía en Latinoamérica; a La Habana, convirtiendo el “embargo” en “bloqueo”, como excusa por las carencias socioeconómicas del régimen.

Es cierto que la vigencia del embargo evita que el atraque de un simple buque mercante, en unos muelles no lejos del lugar donde explosionó el Maine en 1898, rebase límites geopolíticos. Emblemáticamente el acontecimiento comparte también el escenario con el sitio desde donde meses después fueron repatriados miles de soldados mandados a la guerra que se debía luchar “hasta el último hombre y la última peseta” (según Cánovas del Castillo).

Pero, resulta que a pesar del embargo y sus suplementos Estados Unidos se ha convertido en el sexto socio comercial de Cuba, mediante el subterfugio de la venta de mercancías bajo el pago en “cash”. En importaciones cubanas solamente está superado por Venezuela, la Unión Europea, Canadá, Brasil y China. En exportaciones, solamente superan a Washington China, Canadá, la Unión Europea, Venezuela y Guyana. En alimentos, Estados Unidos ya es el primer proveedor de Cuba.

Ya está lejano el aniversario en 1999 del medio siglo de vida de la revolución cubana. Entre finales de enero y primeros de febrero pasados apenas se recordaron otros cincuenta años desde que Cuba fue expulsada de la OEA en el sonado cónclave celebrado en Punta del Este. Al final de unas febriles negociaciones recabando votos, Dean Rusk consiguió la “colaboración” de Papa Doc de Haití, gracias al pago de la construcción de un aeropuerto en Puerto Príncipe. El caso es que desde entonces, los hermanos Castro tienen como gran orgullo la expulsión. En un reciente intento para su reingreso, todos los protagonistas del hemisferio estaban de acuerdo… excepto Cuba y Estados Unidos.

Unos días después, el 3 de febrero de 1962, Kennedy firmaba una ley, basada en legislación de la Primera Guerra Mundial referida a un embargo contra el “enemigo”, en la que se daba el toque final a un embargo total contra Cuba, que hasta entonces había sido escalonadamente parcial, desde los años de Eisenhower. Así Washington había respondido a cada una de las provocaciones de Cuba con respecto a la confiscación de propiedades.

Esta decisión se enmarcó en una cómica maniobra de Kennedy, que revela sus debilidades por la buena vida. Unas horas antes de firmar un nueva escalada del embargo parcial en pleno 1961, poco tiempo después de Bahía Cochinos, ordenó a su secretario de prensa Pierre Salinger que le comprara mil cigarros puros habaneros. Legalmente hablando, no rompió la ley.

Por su parte, Castro había “ayudado” a Washington en las represalias, ya que justamente mientras se preparaba la invasión de Bahía Cochinos, se declaró marxista de toda la vida. Igual hizo en 1996, cuando la ley Helms-Burton no estaba segura de recibir el voto congresista y decidió derribar las avionetas de Hermanos al Rescate, que se habían aventurado en lanzar panfletos sobre La Habana. Clinton respondió de acuerdo con la partitura. En el contexto de las elecciones presidenciales de noviembre en Estados Unidos, seguro que uno de los testigos externos sabrá sacar ventaja: Raúl Castro. No tiene el lastre de elecciones.

Pero, en resumidas cuentas, se duda que Obama dé un paso osado antes de la disputa electoral ante Romney. Nada tiene que ganar con el riesgo y, por ahora, algo que perder en pasar a la historia como el primer presidente norteamericano que claudicó ante los Castro, especialmente mientras Fidel esté vivo. Una vez desaparecido este, su hermano o su sucesor pueden abrir un nuevo escenario para terminar la farsa. Quizá para entonces, en lugar de un modesto buque de carga, llegue un ferry desde Cayo Hueso (como en los viejos tiempos) con automóviles Honda y Toyota (fabricados en territorio de Estados Unidos), que sustituyan a los Lincoln, Cadillac y Chevrolet, que hacen las delicias de los estupefactos turistas en el insólito parque temático del centro de La Habana.

El autor es Catedrático “Jean Monnet” y Director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami.

Opinión Cuba embargo Estados Unidos archivo

COMENTARIOS

  1. Bud Spencer
    Hace 12 años

    Interesante.

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