Ulises Juárez Polanco
Javier González Blandino (La Paz Centro, León, 1984). Filólogo y narrador, autor del libro de relatos Historia Vertical (Premio Nacional de Literatura Mariano Fiallos Gil 2007) (2011). Ha merecido el Primer Lugar en el Concurso Universitario de Literatura (Narrativa) promovido por la UNAN-Managua (2002), donde en 2008 le fue otorgado el Premio a la Máxima Excelencia Cultural.
Es licenciado en Filología y Comunicación por la UNAN-Managua y cursó estudios en Alta Especialización en Filología Hispánica en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en Madrid, España.
Tu libro de relatos Historia Vertical se publicó a finales de 2011, casi diez años después que ganaras un concurso de literatura de la UNAN-Managua. ¿Por qué esa espera?
El libro no tenía ningún beneficio personal y siempre he subordinado la vida clandestina del escritor a la vida personal. Más bien me causaba contratiempos porque ahora se me iba a ver como un escritor. Publicar un libro era una suerte de iniciación a estos escenarios literarios de los que ahora, para bien o para mal, soy parte.
Sergio Ramírez y Carlos Fonseca Grigsby se refieren a esa herramienta imprescindible en la narración que es saber observar, destacando esto como uno de tus principales atributos. ¿Cómo se compagina esto esta otra característica tuya que es el lenguaje literario?
Estos personajes son personajes derrotados, personajes que llegaron a callejones sin salida. Son textos del fracaso, pero es una mirada necesaria. El lenguaje por supuesto que juega un papel importante es la materia prima. Los textos nunca fueron pensados como un libro en su conjunto, por eso es que a veces suena como escalones, hace falta un escalón porque los textos corresponden a diferentes situaciones de un ser humano; en un momento ves determinada visión estética; este lenguaje artificioso, utilizado, pero luego uno madura. Uno no puede estar hablando con un lenguaje decimonónico, uno no puede estar hablando de monólogos líricos.
Hablando sobre generaciones literarias, ¿podemos hablar de una en el caso de los 2000?
Seguro, ya sea por cuestiones cronológicas. Hay varias cosas a considerar: una de ellas es que hay una obsesión casi por fijar esta generación, por ponerle un nombre. Creo que eso es muy prematuro, lo digo porque esta generación está formándose, como cada uno de nosotros que tenemos a medias claras las búsquedas, las influencias, el estilo mismo. He visto comentarios por el Facebook sobre este tema. Si nos vamos a sentar a razonar la generación hay que hacerlo con la lucidez necesaria, no estos comentarios cobardes, aislados y lo peor es que sin argumentos.
¿Qué elementos en común se pueden identificar?
Ahí hay que hacer varias divisiones necesarias porque cuando uno habla de generación literaria te llevás en el saco narrativa, cuentos, poesía. El poeta tiene búsquedas particulares porque maneja otro género, maneja otra álgebra del texto; sus búsquedas tienen que ser, sino diferentes, opuestas al del narrador. ¿Qué puntos en común he encontrado? Una suerte de recelo hacia la generación que le antecede. Nadie quiere sombras, nadie quiere que le hagan sombras, un sentido de indiferencia. También hay —y creo que por eso soy un optimista de esta generación— un sentido de narrar su contemporaneidad, ya sea del sentido que lo hace Luis Báez con sus cuentos, el caso que lo hace Roberto Carlos Pérez haciendo lecturas contemporáneas de la historia. Creo que hay una necesidad de narrar. Ha llegado el momento de narrar nuestras vidas, ya que nuestros antecesores no lo hicieron o lo hicieron tímidamente, el caso de Lisandro Chávez Alfaro, el caso de Gioconda Belli, el mismo caso de Sergio Ramírez, que de manera muy tímida se asomaron a esas épocas, a los años noventa, a los años dos mil. ¿Dónde están esos años? Quedaron invisibles.
¿Por qué crees que existe este interés mayor por la narrativa en la actualidad?
Es un género bastante joven, hay una adolescencia casi en la narrativa. Sí voy a insistir, leo nuestros autores que preceden y no encuentro lo que busco como habitante contemporáneo: necesito leerme, como ciudadano necesito leer mi época, así como lo hicieron los españoles en su época. Leerse es reconocerse, verse, identificarse, husmearse.
La ciudad ha sido importante, incluso ha tomado el papel del gran personaje. ¿Por qué?
El protagonista sigue siendo la ciudad entendido como una colectividad, hablo de ciudad, también hablo de La Paz Centro, hablo de León. Inicialmente antes de leer estos cuentos también tenía la necesidad de leerme, por eso insisto en eso. Creo que muchos de los lectores, no escritores, lectores hedónicos, por placer, buscan en nuestra literatura un “dónde me encuentro”, “dónde puedo husmearme”, “dónde encuentro un espejo humeante”, como decía Carlos Fuentes, o “dónde encuentro un espejo enterrado” y no lo han encontrado. Por eso es que antes de escribir hay que vivir muchísimo —a lo mejor cometí el error—, muchos escritores jóvenes creemos que el “ser escritor” está en los libros, ¡qué gran ingenuidad!, hay una vida que vivir primero y sobre todo, hay que ver muchísimo, vivir muchísimo, errar muchísimo para luego tener algo que contar y no solamente estar sacando frases del calcetín, frases que alguien dijo, frases “ahí sonó bonito”. No sé cuál es el prurito que tienen algunos por escribir, como dermatitis por la escritura. Para la escritura hay que ser muy pacientes.
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