En los textos de antropología social y cultura histórica, se dice que la tradición popular y nacional es algo así como la base y el norte para construir el futuro de la sociedad. Y que por eso la tradición constituye la principal y más valiosa riqueza de los pueblos.
Ya sea que se esté de acuerdo o no con ese criterio, no se puede objetar el hecho evidente de que la gente se apega con cariño a sus tradiciones y las cultiva con devoción. Así lo demuestran, por ejemplo, las fiestas patronales que se celebran a lo largo del año en todos los departamentos, ciudades y pueblos de Nicaragua.
Las fiestas patronales de Managua que se llevan a cabo anualmente del 1 al 10 de agosto, en honor de Santo Domingo de Guzmán, no son las más importantes de Nicaragua porque para los devotos de los Santos patronos y la población de cada lugar todas esas celebraciones tienen igual significación y relevancia. Sin embargo, las fiestas patronales de Santo Domingo de Guzmán son las que tienen mayor participación popular, porque Managua es la ciudad más grande y poblada del país.
Los historiadores locales no se ponen de acuerdo en que si la fiesta patronal de Santo Domingo, en Managua, se originó como dice la tradición religiosa popular en el hallazgo, en Las Sierritas, un día del año 1885, de una diminuta imagen del Santo español que al ser traída a la ciudad y colocada en una iglesia, optó por regresar milagrosamente al lugar donde fue encontrada: o si es un sincretismo resultado de la devoción a Santo Domingo de Guzmán y el antiguo culto indígena a una divinidad llamada Xolotl, que se festejaba en el lago de Managua y por lo cual le fue dado a este el nombre Xolotlán.
Como quiera que sea, el hecho es que la celebración de las fiestas patronales de Santo Domingo de Guzmán en Managua, junto con las que se celebran en honor a distintos Santos patronos en todas partes de Nicaragua, constituyen una arraigada tradición nacional que representa la gran riqueza cultural del país y es una poderosa fuerza espiritual aglutinante del pueblo nicaragüense, el cual en casi todos los demás aspectos y ámbitos de la vida social ha estado casi siempre, y lo está ahora, profundamente dividido y polarizado.
El gran poeta español Vicente Alexainder (1898-1984), de quien se dice que descubrió en 1917 su vocación poética al leer una antología de Rubén Darío, exclamó al recibir el Premio Nobel de Literatura, en 1977, que tradición y revolución son palabras idénticas. Pero tradición es también costumbre, enseñanza, educación, cultura, valores y principios que se comunican y transmiten de una generación a otra a lo largo del tiempo y de la historia. Por eso las tradiciones le dan consistencia y fuerza a la unidad de la nación, por eso es que sobreviven a tantos gobiernos y políticos depredadores de la cultura nacional y siguen vigentes y potentes a pesar de ellos.
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