De pronto, el responsable de divulgar por internet los cables secretos del Departamento de Estado es un campeón de la libertad de expresión y recibe asilo en Ecuador, país donde su presidente ha mostrado su marcada intolerancia y ha perseguido a la prensa independiente. Es un contrasentido. Y en un segundo contrasentido, este “Robin Hood” del internet se asila para no enfrentar dos cargos de asalto sexual en Suecia.
La simpatía y el apoyo que recibe Assange en los gobiernos de países como Ecuador, Nicaragua, Venezuela, Argentina, Bolivia, es más un juicio político porque Assange ha ridiculizado la inteligencia norteamericana, que por las arraigadas creencias en la libertad de expresión que profesan los gobernantes de esos países.
Si Assange hubiera develado como el espía colombiano Luis Felipe Ríos Castaño, las comunicaciones secretas, digamos entre Hugo Chávez en el Palacio de Miraflores y Daniel Ortega en El Carmen, o el mismo Rafael Correa en Ecuador, no lo estuvieran alabando y defendiendo como si fuese un abanderado de la libertad de expresión, sino que sería considerado un espía internacional contratado por la CIA y seguramente ya estuviera a buen recaudo, sino en Nicaragua, en Cuba o en Venezuela, con una ristra de acusaciones muy graves.
Recordemos que con el consabido argumento de la supuesta defensa de la seguridad de Estado, de la situación militar y la defensa de la economía, el gobierno de Daniel Ortega mantuvo una férrea censura de prensa en los años ochenta, que duró más de cinco años consecutivos. Un Julian Assange entonces no hubiera aguantado un minuto develando secretos de Nicaragua, en su relación con la Unión Soviética y Cuba y divulgándolos al mundo en WikiLeaks.
Estamos frente a un doble estándar: lo que es malo para los EE. UU. es bueno para el resto del mundo, aunque ello signifique poner en riesgo la vida de personas al develar su identidad, consciente de que hay personas que tienen todo el interés y las ganas de pasarles la cuenta.
¿Se puede argumentar, en defensa de la libertad de expresión, que no sería un delito grave develar el nombre de agentes encubiertos que combaten el narcotráfico? Ciertamente que no.
La libertad de expresión existe y debe de existir siempre y cuando no ponga en riesgo el derecho a la vida y en los campos minados del espionaje internacional hay muchas vidas que penden de un hilo, de una palabra, de un cable internacional.
En todo caso, no es a los EE. UU. donde lo quieren extraditar a Assange, sino a Suecia y no es por el caso de los WikiLeaks, sino por dos acusaciones de asalto sexual. Todas las mujeres, particularmente en este país, donde recientemente se pasó una ley muy estricta que castiga a sus agresores, deberían de estar abogando que Assange enfrente la justicia sueca, cuya imparcialidad y profesionalismo no está en tela de duda y si resulta ser inocente, como argumenta, que sea liberado.
Pero de eso, a solicitar asilo político es antojadizo e inconsecuente, ya que no existe evidencia alguna de que en Australia, su país de origen, su vida corra peligro o que sea perseguido en razón de su credo político. Sí fue acusado y condenado en Australia por robar información confidencial en los sistemas de una universidad y del gobierno del Canadá.
Gran Bretaña lo único que estaba considerando era su extradición a Suecia, no a los EE. UU., donde a la fecha ni siquiera existe un proceso abierto contra Assange, sino contra personas que le suministraron el acceso a la información del Departamento de Estado que divulgó en los famosos cables de WikiLeaks.
Para algunos gobernantes, Assange no solo merece el asilo, sino una estatua por haber develado información confidencial de los órganos de defensa y diplomáticos de los EE. UU., para otros es un villano moderno porque roba en el espacio cibernético, sin quebrar una ventana ni abrir una sola caja fuerte. Usted escoja.
El autor es diputado por la Bancada Democrática Nicaragüense.