En la época somocista (1937-1979) se llamaba “partidos electoreros” a los que planteaban que solo mediante elecciones se podía cambiar el gobierno, y que en cualquier caso la lucha electoral era la única válida; y se consideraba que eran partidos o movimientos políticos revolucionarios, los que sostenían que el cambio de régimen solo se podría lograr por medio de la lucha armada y la rebelión popular.
En esa época, en las elecciones solo tenían derecho a participar el partido liberal nacionalista, que ejercía el poder, y el conservador, que estaba en la oposición. Los partidos de oposición que no tenían personería jurídica (porque la Constitución era bipartidista y no admitía el pluralismo político), si querían participar en las elecciones tenían que aliarse con el partido conservador y ponerse bajo su bandera.
Eso fue lo que hizo el PLI en 1947, aunque por conveniencia política el partido conservador aceptó que el candidato presidencial de la alianza fuese el liberal independiente Enoc Aguado, quien ganó la elección presidencial, pero Somoza García le arrebató el triunfo mediante un escandaloso fraude electoral como los que acostumbra hacer ahora el régimen de Daniel Ortega. En 1967 el PLI volvió a participar del mismo modo en las elecciones, como también participó el Partido Social Cristiano, el cual trató en una ocasión de inscribirse legalmente para participar de manera independiente en las elecciones, pero su solicitud fue rechazada de plano por el somocismo.
Debido al empecinamiento del general Somoza Debayle, quien no quiso abrir el sistema electoral al pluripartidismo ni permitir elecciones libres para que el país transitara pacíficamente hacia la democracia, la historia le dio la razón a quienes sostenían que solo por la fuerza se lograría el cambio de gobierno: El somocismo fue derrocado en julio de 1979 por la insurrección armada encabezada por el FSLN, que se benefició con las acciones cívicas y las huelgas generales que organizaron la Unión Democrática de Liberación (Udel) y el Frente Amplio Opositor (FAO), coaliciones pluralistas y democráticas que fueron marginadas por el FSLN cuando tomó el poder y las trató como a enemigos vencidos.
Ahora el drama o la farsa de la historia política de Nicaragua parece repetirse con nuevos actores, o con los mismos que solo han cambiado de nombres. Los partidos “electoreros” van a participar en las próximas elecciones municipales a pesar de que no hay garantías de limpieza electoral, sino más bien la certeza de que los votos opositores no serán contados honestamente por el Consejo Supremo Electoral orteguista; mientras que otra parte de la oposición se abstendrá y llama a no votar en esas elecciones que son calificadas de antemano como una farsa electorera.
Pero hay una gran diferencia entre ayer y hoy: Cuando el somocismo, los que rechazaban las elecciones decían francamente que su camino era la lucha armada o la rebelión civil. Y ahora no se sabe cuál es la alternativa que proponen los nuevos movimientos revolucionarios.
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