Hace exactamente medio siglo, en medio de la polarización del capitalismo versus comunismo, se fundó el Movimiento Sindical Autónomo de Nicaragua (Mosán). Era la época en que en gran parte del continente latinoamericano se luchaba por principios ideológicos, por ideales, y la juventud arriesgaba hasta su vida por causas nobles en busca de una nueva sociedad más acorde con los derechos humanos, la libertad, la democracia y el bienestar social, económico, político, cultural y jurídico de los pueblos.
Pese a que las nuevas generaciones desconocen en gran medida la historia de lucha del pueblo nicaragüense, la verdad revela que desde los años 40 hasta 1979 hubo gestas heroicas no solo de grupos armados sino que también de movimientos políticos, juveniles, estudiantiles, sindicales y campesinos que sirvieron de base para que el Frente Sandinista se montara en la cresta de la ola para acaparar todo, tal como lo sigue haciendo en la actualidad, con la diferencia que ahora se ha transfigurado en Frente Orteguista-Murillista (FOM), inspirado en el capitalismo más salvaje que se pueda concebir.
A la fecha, por ejemplo, muy poco se conoce sobre la existencia del movimiento sindical cristiano que el próximo 6 de septiembre cumple cincuenta años de haber aparecido en escena, el cual desde un inicio proclamó su posición de no estar a favor ni del capitalismo ni del comunismo, sino que propugnaba por una sociedad en la que los trabajadores de la ciudad y el campo tuvieran participación activa y efectiva en todo el quehacer de la nación, ya que se empeñaba en crear una ideología y una política propias de los trabajadores, a partir de sus propias bases.
El Mosán, que en 1972 asumió el nombre de Central de Trabajadores de Nicaragua (CTN), además de su beligerancia por conquistar reivindicaciones sociales, económicas y políticas para toda la clase trabajadora dejó constancia de su coherencia entre lo que decía y lo que hacía, pues internamente ponía en práctica la libertad y la democracia que enérgicamente reclamaba al gobierno dinástico militar de ese período. Fue la única central sindical que confrontó directamente los intereses económicos de la familia en el poder, y que logró articular una organización campesina en una gran parte del territorio nacional que empezó a romper el esquema de relaciones semifeudales que regían en el campo.
Luego llegó el desmadre en julio de 1979 y todo comenzó a cambiar, no para mejorar sino para empeorar todo el contexto y por ende cada una de sus partes. En ese período la CTN se partió en dos tucos y se sumió en la vorágine que por todos lados arrasó con principios, valores, ética, mística, ideales, etc.
Treinta y tres años después de ese quiebre trágico en la historia patria, se proyecta la impresión que la clase trabajadora tiene planteado el reto que se truncó en 1979, de propiciar la construcción de las bases que permitan forjar un verdadero poder organizado de los trabajadores, autónomo, independiente del gobierno, de partidos políticos, patronos o cualquier otra injerencia extraña a los genuinos intereses de los trabajadores rurales y urbanos.
Los trabajadores organizados no deben atender cantos de sirenas, sino que deben crear y confiar en su propio poderío en defensa de los legítimos y auténticos intereses de la gran masa trabajadora que no deja de abrigar las esperanzas de ocupar el lugar que le corresponde por derecho propio en esta atormentada Nicaragua.
El autor fue sindicalista cristiano.
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