Alejandro Escoto Valle
¿Marcará la política la idiosincrasia de Nicaragua? ¿Será la política culpable del desarrollo económico? ¿De la poca competitividad de nuestra nación? ¿El origen de diferencias sociales? ¿La raíz de nuestros problemas? La respuesta es tan cierta como compartida. Pero ¿en qué medida podemos cambiar esto?
En las últimas décadas hemos experimentado intentos fallidos de gobiernos escasos de ideologías y la realidad ha sido igualmente desfavorable con adornos diferentes. Es lógico pensar —en gran medida— que parte del problema, no la totalidad del mismo, no está en la política, sino en la materia prima de la misma. Pues bien ¿cómo pretendemos tener instituciones autónomas y sistemas políticos eficientes, si nuestra Nicaragua carece de condiciones necesarias para el desarrollo de ciudadanos ejemplares. Creo que el problema lo debemos buscar en otro lado, el problema está en la manera de pensar de nosotros como nación.
La política es una actividad orientada a la toma de decisiones, siendo la materia prima la sociedad misma. Si el enfoque de este contenido lo movemos de la política a los ciudadanos, el problema trasciende, no podemos avanzar si vivimos en un país donde botar la basura en las calles es un acto característico de nuestra cultura, donde robar la señal de televisión por cable es un ejemplo de astucia, donde es más valiosa la habilidad de relaciones que la preparación académica, donde los delincuentes tienen más derecho que las víctimas, donde interesa más la política que la misma economía, donde la visión de nación no existe, donde no hay un respeto por el medio ambiente. Somos parte de una sociedad carente de valores donde las multas de tránsito se pagan directamente a los policías, donde el deporte vale más que la misma educación, donde es más cómodo culpar a alguien que autocriticarse, donde la corrupción y falta de valores representan el desayuno de cada día, donde diferencias sociales se recuerdan a cada instante, pero se olvidan con la misma facilidad. ¿Será que nuestro umbral de tolerancia no conoce límites? ¿Será que es imposible cambiar nuestra realidad?
Es muy placentero jactarnos de los recursos naturales de nuestro país, pero muy difícil iniciar acciones para cambiar nuestro rumbo. Como capital humano de este país tenemos innumerables cosas buenas, pero estamos lejos de ser los ciudadanos que nuestra Nicaragua necesita para cambiar nuestras estadísticas y realidad. El problema no está en el país como tal o en la política específicamente, sino en la manera de pensar como nicaragüenses. Si no modificamos nuestra manera de pensar, nuestro comportamiento será igual acá o en cualquier continente.
Puedo asegurar que en la medida que corrijamos estos defectos, apostando por la educación y empresarialismo como una solución viable, veremos en el largo plazo a la Nicaragua que tanto amamos convertirse en la Nicaragua que tanto anhelamos. De eso se trata. Siempre y cuando la apuesta por la educación se realice bajo una distribución equitativa, y la iniciativa de empresarialismo tenga un contraste ético.
El alcance de estas líneas dependerá de la interpretación del contenido, sin embargo esta idea se antoja tan difícil como posible. Como dijo el historiador y político británico Sir Winston Churchill: “Ha llegado el momento de empezar a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”. El autor es licenciado en Economía y Finanzas
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