Si los perros son animales domésticos que han acompañado a los seres humanos desde la época de la vida en las cavernas, es lógico que tengan su merecido lugar en la mitología griega.
Hace apenas cuatro años, en octubre de 2008, unos científicos arqueólogos descubrieron que el perro domesticado ha estado junto a los humanos por lo menos desde hace 31,700 años. Así lo comprueban unos fósiles encontrados en una cueva de Bélgica.
Seguramente los antiguos griegos sabían que el perro —antes de ser domesticado— era un animal salvaje y feroz como cualquier otro de su especie. Por eso crearon el mito del can Cerbero (palabra que según el mitólogo británico Robert Graves significaba “demonio del abismo”), un perro monstruoso de tres cabezas que cuidaba la entrada y salida del Infierno, para que nadie ya muerto pudiera salir y ninguno que estuviera vivo pudiera entrar.
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Cerbero era hijo de Equidna (un monstruo femenino que compartía cueva con Medusa) y de Tifón, gigante engendrado por Gea (la Tierra). Cerbero era hermano de Ortro, otro perro monstruoso que tenía dos cabezas y pertenecía al titán Atlas, el que fue condenado por Zeus a soportar sobre sus hombros los pilares que mantenían a la Tierra separada del Cielo.
Atlas regaló el perro Ortro a Gerión, un gigante que tenía tres cuerpos con sus respectivas cabezas, a fin de que le ayudara a cuidar sus rebaños que eran los más numerosos del mundo. Y cuenta la leyenda que cuando Hércules llegó para robar los rebaños de Gerión, el perro Ortro se le acercó para olerlo, pero el héroe lo mató de un contundente golpe asestado con su enorme y mortífero mazo.
Otro famoso can mitológico era Laelaps, un fabuloso perro cazador que siempre atrapaba a sus presas, no había ninguna que se le pudiera escapar. Laelaps fue creado por Zeus para regalarlo a Europa, después que tuvo amores con ella. El hijo de Europa, Minos (el mismo del mito del Minotauro) heredó el perro pero después lo dio a Céfalo, uno de los amantes de la Aurora, llamada Eos por los griegos.
Sabiendo Céfalo que a Laelaps no se le podía escapar ninguna presa, quiso utilizarlo para cazar a la zorra Teumesia, la cual había sido creada por los dioses para que asolara los alrededores de Tebas, como castigo a los tebanos por sus impiedades. Siendo de origen divino, nadie podía cazar a la zorra Teumesia.
Se planteó así una paradoja o contradicción absoluta: ¿cómo podría el perro Laelaps, que por disposición de los dioses no podía dejar escapar a ninguna presa, cazar a la zorra Teumesia que por mandato divino no podía ser atrapada por nadie?
Con un gran sentido práctico, Zeus resolvió aquella paradoja convirtiendo en piedras a aquellos dos animales fantásticos.
También debo mencionar al perro, más bien una perra, que mejor simboliza en la mitología griega la proverbial fidelidad perruna. Me refiero a Etra, una perra famosa por su mansedumbre y fidelidad que pertenecía a Erígone, hija de Icario, el productor de vino que fue asesinado por unos borrachos que enterraron su cadáver en lo más profundo de un bosque.
Erígone buscó desesperadamente a su padre por todas partes, acompañada por la fiel Etra, hasta que, buscando en el bosque la perra olfateó el sitio donde Icario había sido enterrado. Erígone, al darse cuenta que su padre había muerto, sintió un dolor tan grande que se quitó la vida ahorcándose en el mismo lugar. Y allí, echada junto a su cadáver, permaneció la perra Etra sumida en la tristeza hasta que murió por causa del hambre y la sed.
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