Fancisco Arellano Oviedo, director de la Academia Nicaragüense de la Lengua, expresa sobre su poesía: “Yelba Clarissa Berríos Molieri ocupa ya un lugar en la historia de la literatura nicaragüense.
Sabíamos de sus viajes por el mundo, de su pasión por el conocimiento de lenguas extranjeras modernas y de su sensibilidad por el arte; pero ahora que aparece su libro Mi vida en treinta lunas , obra como un apocalipsis que nos permite ver más adentro —el trasfondo de la autora que irradia vitalidad y creatividad— también nos redimensiona el compromiso de esta poeta con el arte de Erato.
La poesía de Yelba Clarissa honra las letras nacionales y pone en alto la autoría de la mujer nicaragüense que ya ha escalado la cima en la producción de cultura y arte nacionales. Como su autora, la poesía de Berríos Molieri es creativa, sensitiva y sensual.
Esta obra es también como la pelota de beisbol que, bateada con fuerza, avanza a través del aire, pica y se extiende.
Próximas publicaciones de la autora explicarán y ofrecerán mejor sentido a la comparación.
En los baúles del tiempo
En los baúles del tiempo
se guarda la integritud de la inmaquillada hembra
putriaquísima celebérrimamente pura
de santidades refunfuñadas de las más sucias —impurezas—
de los deseos heréticos que nacieron
en la manzana roja de un paraje edénico.
Los deseos reprimidos y sacralizados
por el machismo imperante entre los por la vida
de la hembra kamasútricamente escandalizados
los calzones empapados y encendidos por el fuego de la brama
en estado de suspenso retenidos.
No me derrumbé junto con las pilastras
de fuego enguirnaldadas de pinos frescos
yo me volví flamígera savia y me inmolé con todititos ellos
pañuelos que libaron de los ojos nuestras lágrimas.
Ahí dentro me fallecí y cuando renazco vuelve a mí
la vida sin sombras los embelesos
en los baúles del tiempo se guardan rigurosamente
los naufragios secretos e íntimos
los mástiles quebrados y erectos y su potencialidad de
erguimiento están a buen resguardo en los baúles del tiempo.
La mar toda el braceo sumo las manos destrozadas
los brazos despernancados a las fuerzas ventoléricas anudados.
Mi época húmeda
Mojé los pies en el charco después del aguacero de aquel siglo
las larvas me lamieron con bocas de miel y sueros vivificantes.
Yo con olor a tierra mojada olorosa a invierno
llovida de purificaciones
inmaculada.
La época húmeda me lleva repetitivamente
al sepelio de los bronces del sol.
Por mis pupilas escapan gaviotas
veleros de cristal que se rompieron en bajamar
remiendos de luna partida de insomnios
ficciones que aún lamen las realidades en las sienes.
Los celajes infinitos
(Canto a Santiago)
Una carta reencarnándome en Lou Andreas Salomé
bastó para enjuncar un universo en cada silla mecedora
donde inhalo libros en los íntimos áticos de mi mente.
Un matutino gorjear de palomas
en mis pupilas tejiendo nidos.
Un aromatizado nombre que en los mañaneares
me hacían sorber tu cafecito en la distancia
sentía el humito poderoso en círculos de fuego y hierro
macerando y calcinando todos los fantasmas.
Los vendedores de las barracas
Hay ciudadelas plagadas de barracas
donde se anuncian al por mayor las sombras
como si anunciaran un juego o producto en una noche de feria.
Estoy en la jamás nunca otra vez ingrimidad
y ya no temo antípodas voces.
Hera Hera has venido a arrullarnos con nupcialidades en musicalidad
lenitiva.
Se mitiga la pesadez del no descanso cuando ignoro las barracas
ensombrecidas.
Lenguaraz como siempre yo en atrevimientos y descaro
les aseguro que no hay temor al mordisco gris del infierno
que se autoproclama.
Se han suavizado los aires que alimentan mis ramas cimeras
pobrecita linidad de páramos que ignora el tocadiscos
que raya los discos de los sones de venta.
Venden amargor de boca.
Lunas tristes.
Amaneceres imperforables estos de pupila embramada por ansias
de luz.
Me albergo en el barracón
que no deja que el chaleco antibalas se rompa
mis francotiradores yo es y tues duermen con el arma bala en boca.
Durmamos hasta que la alborada
nos desarrope del aterciopelado edredón de la noche.
Ignoremos las ciudadelas de las barracas
las fantasmagoría francotiradoras
las voces de los fantasmas
hay lenitivos lloviendo suavizando verdugones borrables
en blanduras de luna extraviada.
Entrechoque álmico de anillos y de retos.
Las postrimerías de la luz
Atardezco de manos prolijas laboriosas
de ser la incansable positiva boca pariendo
la de la mente poderosa.
Inagotable premonización urgida del horario nocturnal
vertebrándose de puntuales calendarios de fechas
de bisiesticidad aparente en los febreros
para prolongar el año estallando.
Desatribuladas copas champañeras
se preparan para el encantado entrechoque de síes.
Sí
hay chorreamientos de síes
en los ultérrimos callejones del tiempo
desvirginándose en las postrimerías de la luz.
Biendormí la noche
Ojos cantores.
Maleficio de lágrimas roto
tocando música en teclados de pianos grotescos
y los goterones sempiternos en verano chocando en los tejados
despiertos
se han tornado secas esponjas
coma agonizante.
Biendormí la noche
y no resultaron llamas de los incendios
en recurrencia piromaníaca
hasta en mi sombra extenuada.
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