Moldeando el éxito

Aprendió el oficio de artesana desde muy pequeña. Su papá le enseñó ese arte del barro y la creatividad, pero ella no lograba abrir su propio negocio, al menos hasta hace 14 años. Antes Francis Cano Gutiérrez, 36 años, se dedicaba a ofrecer sus servicios a pequeñas empresas fabricantes de artesanías. Andaba de trabajo en trabajo. Era empleada.

Hoy es la empresaria, la emprendedora, la generadora de empleos en San Juan de Oriente, el municipio de Masaya que se distingue por sus artesanías. Y pronto llegará a Nueva York (octubre próximo) para contar su historia sobre cómo el microcrédito transformó su vida. Lo hará ante reconocidas figuras internacionales y tomadores de decisiones.

Todo comienzo es difícil, admite mientras uno de sus hermanos moldea con delicadeza el frío y húmedo barro sobre una rueda que gira sin parar. Otras piezas sin “vida”, aún, son secadas por el suave aire que se filtra a través de las delgadas rendijas que salpican las oscurecidas paredes del taller.

“Mi historia es tan triste como la de todos los nicaragüenses, pero al final de todo lo que he recorrido estoy llena de mucha satisfacción”, sostiene Francis, quien cuenta que su vida cambió una vez que su padre le dijo que fuera a una fundación llamada ProMujer. Ahí le enseñarían sobre emprendimiento. Esto fue hace 15 años.

Recuerda que ella perseguía un único sueño: abrir un taller de artesanías. Y esa aspiración la acompañó siempre y vio en esa fundación la oportunidad de convertirla en realidad. Y así fue.

ABRE SU PRIMER NEGOCIO

Dos años después de asistir a las charlas sobre emprendimiento logró conseguir un pequeño financiamiento y compró su primera maquinaria. Pronto se casó, no tenía casa, vivía en un cuarto forrado con plásticos, construido en el patio de la vivienda de su suegra. Francis dice que en esa máquina que había adquirido sentía que estaba asegurada la oportunidad de transformar su realidad económica. Era cuestión de tiempo y persistencia.

Instaló la máquina en su rancho. Ahí empezó a fabricar veinte piezas artesanales que vendía; con el pago que recibía ahorraba para cancelar los microcréditos que ProMujer le iba desembolsando. Dice que pagaba puntual porque eso le garantizaba capital en el futuro.

Al poco tiempo heredó de su padre un terreno, que con sus ahorros transformaría en lo que hoy es su empresa de artesanías. Seis años después “veo lo que ahora es mi patrimonio. De las ganancias que iba obteniendo de los préstamos empecé a comprar piedras de poquito en poquito, hierro, zinc, en fin todo lo que necesitaba para construir mi fábrica”, recuerda.

La asesoría sobre cómo emprender un negocio, dónde y cuándo invertir, afirma, que ha sido clave para darle impulso a su negocio. Todo esto lo ha recibido de ProMujer, que no solo facilita el financiamiento, sino que este va acompañado con ese valor agregado que es la orientación al pequeño y mediano empresario.

“Me han enseñado cómo sacar la ganancia, en qué momento recapitalizar los negocios. Y esto ha dado resultado, prueba de ello soy yo que antes era trabajadora, que vivía en una casa de plástico y que hoy tengo mi propia casa embaldosada”, afirma orgullosa Francis, quien recuerda las penurias económicas que pasó antes de que el microcrédito transformara su vida. Sus cuatro hijos van a la escuela y ella dice que tiene un patrimonio que heredarles.

El primer microcrédito que esta empresaria recibió fue de 1,500 córdobas y 15 días de capacitación. Ahora recibe préstamos que alcanzan los 35 mil córdobas que invierte en el taller. Pronto recibirá un desembolso de seis mil dólares.

EXPORTA INDIRECTAMENTE

Tal es su éxito que sus piezas hoy adornan más de alguna residencia en el exterior, principalmente Estados Unidos. La calidad de sus creaciones atrapan a cualquier extranjero que se cruza por su taller. Una vez un norteamericano se acercó a ver sus piezas y quedó deslumbrado por el acabado de estas.

El extranjero regresó y cada cierto tiempo compra por encargo entre 20 y 30 piezas que lleva a su país. “Lo importante es que mis piezas cumplen con los estándares de calidad para la exportación”, destaca esta pequeña empresaria.

En el fondo de cada artesanía los artesanos ponen su nombre, una marca que sirve de orientación para los extranjeros cuando las ven en el exterior. “Ellos vienen a San Juan de Oriente y preguntan por el nombre del artesano y así llegan a nosotros”.

En el futuro Francis dice que quiere hacer crecer su negocio. Eso sin duda con el acompañamiento del microcrédito. Desea abrir una tienda en el centro de San Juan de Oriente y remodelar el taller que actualmente tiene.

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