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¿Cómo aprovechar el bono demográfico?

El bono demográfico se traduce en una aceleración de la tasa de crecimiento del ingreso per cápita que se da en forma automática. El solo descenso de la tasa de natalidad, que se refleja en el descenso de la tasa de crecimiento de la población, en conjunto con el crecimiento de la fuerza de trabajo ocupada, tienden a generar un aumento más rápido del Producto Interno Bruto per cápita.

Adolfo Acevedo Volg (*)

El bono demográfico se traduce en una aceleración de la tasa de crecimiento del ingreso per cápita que se da en forma automática. El solo descenso de la tasa de natalidad, que se refleja en el descenso de la tasa de crecimiento de la población, en conjunto con el crecimiento de la fuerza de trabajo ocupada, tienden a generar un aumento más rápido del Producto Interno Bruto per cápita.

Sin embargo, el modesto incremento del ingreso per cápita y la moderada reducción de la pobreza que resultan de este proceso podrían resultar insuficientes.

En efecto, el bono demográfico solo se materializa plenamente cuando se incrementa la tasa de participación laboral —lo cual demandará sobre todo una creciente participación de las mujeres— y es posible emplear en actividades formales de adecuada productividad a la fuerza laboral en rápida expansión. Esto a su vez demanda que la creciente población que se incorpora a la fuerza de trabajo lo haga habiendo acumulado adecuados niveles de capital humano.

Pero estos requisitos, a saber que el crecimiento de la fuerza de trabajo se corresponda con la generación de empleos de adecuada productividad y que la fuerza de trabajo adquiera los niveles de capital humano requeridos para desempeñarlos, no se producen de manera automática.

Por esta razón, los beneficios potenciales del bono demográfico solo se realizaran con mayor plenitud si se lleva a cabo un esfuerzo nacional concertado y de largo aliento, que se efectúe en la escala requerida, orientado a lograr:

a. Que un mayor porcentaje de la población en edad de trabajar (particularmente las mujeres) se incorpore a la población económicamente activa, para materializar lo que se ha denominado como “dividendo femenino”. Esto implicará llevar a cabo importantes inversiones en centros de desarrollo infantil que proporcionen cuidado, nutrición y educación preescolar y permitan a las mujeres una mayor participación laboral.

b. Que quienes se incorporen al mercado laboral lo hagan con adecuados niveles de escolaridad, habiendo recibido una educación pertinente y de la mayor calidad posible. Anteriormente escribimos sobre lo que esto implica.

c. Que la economía comience a generar predominantemente empleos formales de alta productividad, bien remunerados. Esto implica transformar el actual patrón de crecimiento económico de “baja intensidad”, intensificando la economía, modernizando y diversificando el aparato productivo, y desarrollando crecientes y cada vez más densos encadenamientos intersectoriales, que permitan de que el denominado progreso técnico se difunda a lo largo de todo el aparato productivo y se logre una mayor homogeneidad en los niveles de tecnología y productividad a lo largo de los diversos sectores.

Se trata, por tanto, de llevar a cabo el esfuerzo nacional concertado orientado a producir un modelo de crecimiento que, en vez de generar predominante empleos de bajísima productividad, comience a generar, principalmente, empleos de mayor calidad, y de mayor productividad, los cuales demandarán, a su vez, mayores y crecientes niveles de calificación, entrenamiento y formación.

El consenso entre los economistas del desarrollo es que se requieren dos tipos de acciones, que el mercado, por sí mismo, no resuelve. Por una parte, un mecanismo de coordinación de acciones e inversiones entre el sector público y los distintos actores que pueden aportar acciones o inversiones, en aras de un esfuerzo coordinado de mediano y largo plazo para desarrollar ventajas comparativas dinámicas. Por otra parte, mecanismos e instituciones de fomento, sobre todo mecanismos bancarios que permitan financiar la inversión de mediano y largo plazo, y mecanismos de transferencia de tecnología.

A ello podría añadirse la acción pública para proporcionar las economías externas necesarias (infraestructura básica) y asegurar el desarrollo de niveles adecuados de capital humano (y de capacidad nacional de asimilar el conocimiento y la tecnología)

d. Dado que el período que resta del bono demográfico es a la vez el período de tránsito al envejecimiento poblacional, se requiere diseñar e implementar los diversos arreglos institucionales que aseguren al menos un nivel básico de protección social al número creciente de adultos mayores.

Cabe recordar que dentro de dos décadas y media, la fase del bono o dividendo demográfico estará concluyendo, y el país seguirá ingresando a una nueva fase de la transición demográfica en la que se comenzará a reducirse el peso de la población económicamente activa, mientras aumentará de manera acelerada el porcentaje de adultos mayores. La población menor de 15 continuará su proceso de marcada declinación.

Para entonces, no solo vamos a tener un porcentaje creciente de personas mayores, de manera que habrá cada vez más adultos mayores por cada persona económicamente activa, sino que, también, los que están en edad de trabajar con toda probabilidad van a seguir laborando, en un elevado porcentaje, en empleos precarios e informales, que los mantendrán bajo el umbral de la pobreza.

Dado que la población infantil será un porcentaje cada vez más pequeño de la población total, ya no existirán tantos niños y adolescentes en los cuales invertir para que nos puedan sacar en un futuro de la pobreza. Esto significa que no podemos esperar. El momento de efectuar los cambios y transformaciones que hagan posible modificar estas perspectivas de futuro es ahora.

(*)Economista [email protected]

Economía bono demográfico Economía Nicaragua archivo

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