Mario Sandoval Aranda
Este 4 de octubre se cumple un siglo del holocausto de El Coyotepe, cuando fuerzas intervencionistas de EE. UU. sin piedad masacraron a valientes defensores de su Patria. Ha pasado el tiempo, pero las heridas no han cicatrizado, ni cicatrizarán jamás. Para que las nuevas generaciones conozcan hechos históricos de nuestra Patria, narro la Batalla de El Coyotepe 1912.
Era presidente, puesto por EE. UU. Adolfo Díaz Recinos, empleado de minas explotadas por compañías norteamericanas. Queriendo ser presidentes, sus generales Emiliano Chamorro y Luis Mena provocaron la guerra. Mena pidió apoyo a los liberales al mando del general Benjamín Zeledón. El liberalismo estaba proscrito por EE. UU., cuando derrocaron al gran presidente liberal José Santos Zelaya López, en 1909.
Estando perdiendo la guerra el vendepatria Adolfo Díaz, pidió al presidente de EE. UU. William Howard Taft, intervenir militarmente so pretexto de proteger bienes americanos, pero también impedir que el liberalismo volviera al poder. Taft, envió 1,400 infantes y 1,000 marines, hollando nuestra sagrada tierra. Mena se rindió al contralmirante William Southemland, enviándolo a Panamá.
Zeledón fue nombrado jefe supremo, henchido de patriotismo desafió al ejército yanqui, negándose rendir ante el coronel Joseph Pledlenton, jefe del ejército invasor. Partió a Jinotepe buscando refuerzos, dejando el mando a los coroneles Isidoro Díaz, Masaya y Salvador Sobalvarro, Managua; yéndose, asumió el mando Díaz, quien con heroísmo defendió El Coyotepe.
Zeledón encontró al lado de Niquinohomo, Las Azucenas o El Arroyo, al coronel Ulpiano Gallegos y en la escaramuza dicen que como lo conocía lo apuntó matándolo. Llevado en carreta a Niquinohomo, el alcalde se negó enterrarlo en el cementerio, yendo a Catarina acompañado por gente del lugar y mujeres piadosas que lo envolvieron y llorando rezaban. Tampoco este alcalde lo consintió. Como el cadáver se estaba descomponiendo lo enterraron a la entrada del cementerio de Catarina, al lado derecho. El liberalismo le erigió monumento y cada 4 de octubre con justicia se le rinde homenaje.
El carnicero Pledlenton, dividió sus 300 soldados en tres frentes, al mando del mayor McKelvy, del capitán Buttler y el suyo, dando orden de fuego a las 5:30 de la mañana. Los cañones causaron inhumana matanza, al impacto de la explosión los cuerpos destrozados volaban por los aires brazos, piernas, cabezas. Muchos quedaron ciegos, sordos, cotos, sin piernas, como Bernabé Noguera C., con su canilla izquierda de palo.
Después del cañones subieron disparando ametralladoras y rifles automáticos. Los sobrevivientes a pesar de su inferioridad desde sus trincheras contestaban hiriendo y matando yanquis. Victoriosos arriaron nuestra sagrada Bandera, izando la suya. Después vino el suplicio horrendo para Masaya.
Los invasores dicen que tuvimos 163, muertos y ellos 7 y 28 heridos. Díaz contó 13, mi tío Manuel Sandoval (nieto del capitán Bartolo Sandoval, héroe de San Jacinto, cuya espada conservan sus descendientes como patrimonio de orgullo familiar), que combatió junto a los catarineños, Pedro Gaitán y Carlos Muñoz, contó 18 yanquis muertos, sin contar los metidos en bolsas y llevados al tren.
Nicaragua tiene el orgullo en la historia universal de que siendo uno de los países más pobres y pequeños del mundo, ser el primero en desafiar y enfrentar con heroísmo a la nación y Ejército más poderoso de la Tierra, matándoles más de 20 soldados y dejándoles numerosos heridos que tal vez murieron.
Honor y gloria a los mártires de El Coyotepe. La Patria orgullosa les rinde homenaje eterno.
El autor es escritor, miembro del Centro Nicaragüense de Escritores.