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Las madres nicaragüenses que participan en la caravana centroamericana que busca a hijos, esposos y hermanos desaparecidos, son apoyadas por el Servicio Jesuita para Migrantes y MS-ActionAid Dinamarca. LA PRENSA/ MS-ActionAid Dinamarca

Crimen organizado se lleva a sus hijos

La desaparición de personas no solo es motivo de llanto y desesperación para madres, hermanos y esposas de migrantes centroamericanos. También causa dolor a las mujeres de México que en vano han esperado el regreso de sus familiares desaparecidos a manos de la delincuencia organizada que existe en su país.

Elízabeth Romero

[doap_box title=”A Los Zetas” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]

A Israel Arenas Durán, de 17 años, hijo de Luz María Durán, lo detuvo una patrulla de Tránsito en Juárez, Nuevo León. Esto fue hace un año cuatro meses.

Junto a él desaparecieron otros tres jóvenes, quienes iban a dejar plantas de un vivero. Su hermano menor vio cómo la camioneta que conducía Arenas era perseguida por un vehículo de las oficinas de Tránsito.

Durán recuerda que eran casi las 11:00 p.m. cuando su hijo llamó para pedirles dinero, pues consumían en un bar y tenía que pagar la cuenta. Su hermano que llegó a dejar el dinero, “esperó el retorno y vio cómo mi hijo iba siendo perseguido por policías de Tránsito de Juárez. Las autoridades no dicen nada de su paradero, solo dicen que se los entregaron a Los Zetas.

En Monterrey en la noche son pocos los que se atreven a transitar por las calles, Hidalgo recuerda que antes la ciudad tenía vida nocturna, pero ahora la situación de inseguridad se ha agravado.

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La desaparición de personas no solo es motivo de llanto y desesperación para madres, hermanos y esposas de migrantes centroamericanos. También causa dolor a las mujeres de México que en vano han esperado el regreso de sus familiares desaparecidos a manos de la delincuencia organizada que existe en su país.

Esto no solo es causa de dolor entre las familias afectadas, sino que provoca temor y es parte de la inseguridad a la que a diario se enfrenta la población de muchos Estados mexicanos.

Irma Leticia Hidalgo está organizada en Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos. Ella es madre de Roy Rivera Hidalgo, de 20 años, estudiante de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Él desapareció en enero del 2011, cuando una banda delictiva robó bienes y se llevó al joven de su casa, en Monterrey.

Hidalgo aclara que “el crimen organizado” se está llevando a los hijos de muchas madres mexicanas.

Dice que no descarta que el grupo que violentó su casa ese día, sean “autoridades” de su mismo país, pues algunos de ellos portaban chalecos de policías. Dos días después de esa sorpresiva incursión, le pidieron una suma fuerte de dinero a cambio de la libertad de Rivera, la que Hidalgo pagó y sobre la cual ella prefiere no referirse. Ella solo apunta: “Fue una cantidad muy grande”.

“Recibimos un ataque de delincuentes en nuestro propio domicilio… eso estaba haciéndose común y corriente aquí en Nuevo León”, comentó Hidalgo.

Sin embargo, “ellos no cumplen todavía con su parte, que es entregarnos a nuestro niño”, relata la mujer quien lleva más de nueve meses que su vástago no regresa a su hogar.

Ella pasó cerca de cinco meses visitando casi a diario una oficina del Ministerio Público, en Monterrey, sin que las autoridades la escucharan. Hidalgo denunció el caso cuando llegó a esta ciudad una caravana llamada Por la Paz, Dignidad y Justicia del poeta Javier Cicilia, hasta entonces le pusieron atención.

Nacionales crimen Delincuente desaparición archivo

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