“Los pañales y los políticos deben cambiarse a menudo y por los mismos motivos”. George Bernard Shaw
La disyuntiva en la que encuentran los nicaragüenses a esta hora en que se acercan las elecciones municipales es “si voto o si no voto”. Tradicionalmente votaciones municipales no han tenido importancia para nuestros ciudadanos. Ofrecimientos de los candidatos no pasan de ser promesas de mejoras cosméticas a sus municipios, es decir, calles pavimentadas, cunetas, parques que luego se convierten en mercados, agua y electricidad para los barrios marginados, etc. No hay visión en los candidatos de ofrecer algo integral para subsanar las necesidades más importantes del ciudadano, como solucionar la situación de desempleo, educación, salud, y viviendas, situación que puede ser manejada por los alcaldes en sus municipios.
A esto hay que agregar la desacreditada posición de las autoridades electorales, que después de tres fraudes continuos, no le dan la seguridad al ciudadano, que esta vez, su voluntad será respetada.
El ciudadano al votar, le da el valor y el cuidado que exige la grandeza e importancia del asunto. Proceder sin estas consideraciones pondría en el cargo a individuos que consideran el municipio propiedad personal y del partido, gobernando con el favor, la intriga y el dinero, mirando únicamente sus intereses. Solamente la votación puede investir al candidato de una verdadera fuerza y darle en la opinión pública, profundas raíces. El alcalde nombrado por medio de fraude no encontrará una voz ciudadana que le reconozca la suya, por los rodeos que han desnaturalizado y hecho desaparecer su voto. El espíritu del partido, la venalidad y la ignorancia, excluyen de las elecciones a los ciudadanos honrados y a todo el que podría ejercer con utilidad pública su derecho al voto.
He estado toda mi vida contra la abstención suicida del ciudadano y procuro despertar en él un acto de voluntad y decidirse a no entregar a los mercenarios lo que es insustituible atributo de la personalidad humana, que sean capaces de conocer y juzgar las cosas que le interesan al municipio, intervenir en la vida pública, ejercer sus derechos y no sean rebaños expuestos a la sorpresa de ver al lobo en quien creyeron un pastor.
En estas elecciones municipales, sabemos que un enjambre de funcionarios del poder electoral caerán sobre pueblos y ciudades desplegando su repertorio de atropello y ejercitando las artes del abuso, realizando los más desenfrenados engaños y manipulaciones, poniendo en juego ingeniosas burlas y trapacerías, haciendo aparecer después de todo ese abuso lo que debemos de llamar “la secuestrada y violada soberanía popular”.
Toda esta actitud maledicente ha provocado apatía al voto, la seguridad en una gran mayoría, de que nuestro voto no ejercerá influencia en los cambios democráticos que todos deseamos. Países amigos y organismos internacionales, han cortado ayuda financiera en programas y proyectos básicos para el desarrollo de nuestros municipios. Se ha desenmascarado este gobierno de ser un violador del derecho más sagrado del ciudadano: “Su voto”.
Sin embargo, a pesar de todo este desastre, sigo opinando por la participación masiva de nuestra ciudadanía en estas elecciones municipales. Ya sabemos que habrá fraude si la pierden por influencia de nuestro voto y debemos obligarlos a que lo hagan. Sabemos que el danielismo ejercerá su derecho al voto y lo hará masivamente su 38 por ciento. Si nosotros no votamos, ellos ganarán legalmente y no necesitarán del fraude, se la regalaremos en bandeja y aparecerán en la opinión pública nacional e internacional, como una elección ganada democráticamente. Es por eso que yo opino por votar y así obligarlos a cometer fraude y no dejar que las ganen por medio de su clientela política. Presionemos a que avancen en su estigma de estado fallido para su ciudadanía.
El autor es ingeniero.
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