Hace unos meses leí en el suplemento Domingo del Diario LA PRENSA, una entrevista a la directora de facto de la Policía Nacional, Aminta Granera, y llamó mi atención las frases que se le atribuyen: “Para mí, el sandinismo es una filosofía, una actitud, un sistema ético y el evangelio ha sido una guía constante en mi vida”.
Sobre la segunda frase, no opinaré. Me remito entonces al tema de la ética, que no da lugar a interpretaciones subjetivas porque sencillamente es el conjunto de normas morales que rigen la conducta humana. Y entonces; ¿qué es la moral? Mencionaré las acepciones que vienen al caso. Moral: 1. Que no pertenece al campo de los sentidos, por ser de la apreciación del entendimiento o de la conciencia. 2. Que no concierne al orden jurídico, sino al fuero interno o al respeto humano. 3. Ciencia que trata del bien en general, y de las acciones humanas en orden a su bondad o malicia. 4. Conjunto de facultades del espíritu, por contraposición a físico. Queda claro pues, que la ética está enraizada en las acciones que rinden beneficios a la humanidad, en la integridad, en el respeto humano; y está más allá de las leyes y reglamentos, puesto que su ámbito de acción es el espiritual.
Por lo anterior, me parece incongruente que la comisionada Aminta Granera hable de “ética sandinista”. Me pregunto: ¿Cómo aplicar el significado universal de la ética, al sandinismo actual? Quizá ella se refiere a la ética sandinista que se practicaba en 1976, cuando se integró al FSLN, y por la cual muchos entregaron sus vidas adoctrinados en sus preceptos que supuestamente pretendían desterrar la dictadura, la corrupción, y la desigualdad a la que estaban sometidos la mayoría de nicaragüenses. Sin embargo, que la comisionada Granera hable de moral y de ética, en el 33 aniversario de la Policía Nacional —que de nacional solamente tiene el nombre— me parece cínico de su parte.
Para empezar, ella aceptó continuar en un puesto que de acuerdo a la actual Constitución es ilegal, otorgado además por el también ilegal presidente de Nicaragua, Daniel Ortega. Por respeto a ella misma le conviene prudencia y humildad en sus discursos, porque indigna que siendo su reelección ejemplo del descalabro institucional que define a este gobierno, pretenda vender a la actual Policía Nacional como un dechado de virtudes. Este papel, por decir lo menos, es francamente deplorable.
En el libro La teoría de los sentimientos morales escrito por el economista escocés Adam Smith, cuyo original apareció en el año 1759, encontré un párrafo en el que el autor expresa que el político admirable es aquel que es capaz de elevarse sobre su propia facción. Y dice así: “Si posee suficiente autoridad como para imponerse a sus propios partidarios y lograr que actúen con temperamento y moderación adecuados, a veces podrá rendir a su país un servicio mucho más esencial e importante que las mayores victorias y las más extensas conquistas. Puede restablecer y mejorar la Constitución, y desde el carácter dudoso y ambiguo de líder de una facción puede pasar a asumir el carácter más insigne y noble de todos: el de reformador y legislador de un gran estado, y por la sabiduría de sus instituciones garantizar la paz interior y la felicidad de sus compatriotas durante muchas generaciones”. Considero este un pensamiento muy hermoso y absolutamente posible para Nicaragua; bastaría con que los líderes con un alto reconocimiento por parte de la opinión pública y con posiciones de poder, como es el caso de la señora Aminta Granera, sean fieles a la patria y a los principios morales que dicen tener.
La autora es psicóloga
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