Inés Izquierdo
Llegan los días finales del curso escolar.
Hay que tomar decisiones importantes en la vida de los bachilleres que egresan de las aulas y se enrumban hacia las universidades.
Escoger una carrera es una gran responsabilidad y para ayudar a definir lo que queremos hacer el resto de nuestros días debemos considerar nuestra vocación, que es la palabra que estudiaremos hoy.
Esta palabra procede del latín vocatio, derivado del verbo vocare que significa “llamar” es vocablo de raíz indoeuropea (wekw) y de ella proviene también voz, evocar, invocar, provocar y vocabulario.
La vocación es la inclinación a cualquier estado, carrera o profesión. Hay muchas personas que desde muy niños saben cuál es su vocación, sin embargo otras personas según su edad van transitando de una profesión a otra, por ejemplo quieren ser maestros, policías, bomberos, doctores, actrices, futbolistas…
Es por tal tazón que la vocación se relaciona con los anhelos y lo que resulta inspirador para cada persona, pues concuerda con los gustos, intereses y aptitudes de cada quien.
Podemos resumir afirmando que es un proceso de toda la vida, e implica descubrir quién soy, cómo soy y dónde quiero llegar.
Para los religiosos, es la inspiración con que Dios llama a algún estado, por tal motivo se utiliza como sinónimo de llamamiento o convocación, por eso Jesús afirmaba, según Mateo, que “muchos son los llamados y pocos los elegidos”. En este ámbito se usa siempre hablar de vocación religiosa.
Así que quienes van a escoger ahora su carrera vayan sopesando qué les gusta hacer más en su vida y para qué son mejores, cuáles son sus fortalezas y debilidades, así podrán fortalecer su vocación.
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