Querida Nicaragua: Los comentarios abundan. Este país no tiene remedio, dicen unos, Nicaragua se hunde cada día, dicen otros. Sin embargo hay quienes afirman que este país camina bien, que los negocios florecen y que el Gobierno trabaja y lo hace bien.
Dicen que cada cabeza es un mundo. Y es verdad, cada quien tiene derecho a pensar como quiera. Pero hay una expresión poética muy sabia de Calderón de la Barca: “En este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”.
Algunos, que hacen negocios sin importarles la institucionalidad de Nicaragua, piensan que todo va bien. Leyes irrespetadas, elecciones fraudulentas, desfalcos en el Gobierno, no importan para algunos, Nicaragua va por buen camino.
Sin embargo, cualquier tipo de sistema sin justicia ni Estado de derecho ni respeto a las leyes, colapsará.
En Nicaragua y Latinoamérica hemos sufrido dictaduras, y todas terminan mal. Por ejemplo la dictadura de Trujillo en la República Dominicana. Un dictador megalómano que le cambió el nombre a Santo Domingo, la capital, para llamarla Ciudad Trujillo. Era el dueño de casi todos los negocios y había mucho progreso en su gobierno, pero no había institucionalidad, ni justicia, ni Estado de derecho. Y un día sus militares más cercanos lo asesinaron. Todo el progreso ficticio se acabó, hubo anarquía, sufrimiento y dolor, pero al final prevaleció el orden, la institucionalidad, el respeto a la Constitución y renació la República.
Los que dicen que vamos bien, ignoran que vamos caminando hacia el despeñadero, que vamos a caer en un abismo y que en este juego estamos metidos todos, los que opinan que vamos bien porque sus negocios florecen y los que opinan que nos hundimos porque se ha roto la institucionalidad en el país. Decir que estamos bien ahora es como tener “pan para hoy y hambre para mañana”.
Mientras no haya poderes del Estado independientes, respeto a la Constitución por parte del mandatario y de todos los funcionarios, no podremos decir que estamos bien. Estamos sobreviviendo en una crisis institucional y seguramente que tal como lo hemos hecho a lo largo de la historia seguiremos luchando hasta lograr la democracia para nuestro país.
Nuestra tragedia política es cíclica. Se va repitiendo de tanto en tanto. Cada crisis dura lo que aguanta un dictador que se instala en el poder. Hemos ido dejando regueros de sangre a lo largo de esa lucha, pero jamás nos hemos rendido, hemos seguido luchando en pos de la libertad.
Trágica es nuestra historia. Desde la Guerra Nacional de 1856 no hemos tenido más que unos cuantos años de sosiego. Luego de los treinta años de los conservadores en el siglo antepasado, cada vez que hemos luchado por nuestra libertad nos hemos ganado un nuevo dictador. Examinemos: Zelaya, gran reformador, gran dictador. Emiliano, gran luchador, no fue dictador pero fue caudillo golpista. Somoza García, asesino de Sandino, gran dictador y dinasta. Sus hijos los Somoza Debayle, sobre todo el último, apegado al poder, reeleccionista y dictador. Y por último Daniel Ortega, guerrillero en lucha para derrocar a Somoza, convertido ahora en otro dictador.
Tal vez en la próxima consigamos un demócrata honrado y patriota.
El autor es director general de Radio Corporación
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