EFE/VIDA
Tiene el pelo trigueño, un aire amable y la frescura de la juventud. Taylor Swift, a punto de cumplir 23 años, es la nueva princesa de América, envidiada por millones de chicas que quieren parecerse a ella, la viva imagen del éxito. Además, su pose tranquila contrasta con las letras de sus canciones, llenas de mensajes de despecho hacia sus exnovios.
Swift acapara un enorme poder en el mundo de la música. Ha vendido 1.2 millones de álbumes en una semana cuando internet está destrozando carreras musicales y ha recibido seis Grammys.
Red , su último trabajo, que salió al mercado el 22 de octubre, alcanzó de inmediato el número uno en las listas estadounidenses, y el pasado 11 de noviembre la cantante, junto con Justin Bieber, se convirtió en la máxima ganadora de los premios europeos EMA de la cadena de televisión estadounidense MTV, con tres galardones.
Posee, además, trazas de niña buena: nada de una vida social disoluta ni de escándalos nocturnos a lo Lindsay Lohan o Paris Hilton. Ante todo, la cabeza fría para abrirse paso en el mundo de los negocios.
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