Cuando tenemos la oportunidad de conversar con algún amigo extranjero una de las primeras impresiones que se llevan es que este es un pueblo alegre, solidario, servicial, jodedor, fiestero, etc.
Basta observar lo que ocurre en diciembre: desde las promociones de niños de preescolar con toga y birrete, hasta las de primaria, secundaria y universidad que originan una celebración, una fiesta, un jolgorio, no importa cómo ni de dónde salen los fondos.
Además, este mes se caracteriza por las Purísimas, la Gritería, la Navidad, el Año Nuevo y otras fiestas religiosas propias de cada región, y no hemos terminado diciembre cuando ya empalmamos con las fiestas patronales de enero y de las cuales se encuentra atiborrado el calendario religioso.
Somos un pueblo con mucha alegría y sentimiento muy contrario al caso de Singapur donde según una reciente encuesta de Gallup realizada a mil residentes de 150 países, resultó ser el país con menos sentimiento del mundo.
Dice la encuesta que “los descubrimientos contrastan con la tasa de desempleo de 1.9 por ciento y su PIB per cápita de aproximadamente 50,000 dólares, al año o sea 137 dólares diarios, que lo colocan entre los más altos en el mundo”.
“La conclusión es que ellos son productivos, ciudadanos altamente civilizados que no disfrutan mucho sus vidas”, escribió un analista de Gallup.
Singapur está ubicada en el sudeste asiático con una extensión de 778 kilómetros cuadrados, o sea menos del tamaño del lago de Managua, con una población bastante igual a la nuestra: 5.1 millones de habitantes con exportaciones anuales que superan los 400 mil millones de dólares, o sea más de mil millones de dólares diarios. En otras palabras, en tres días, exporta lo que Nicaragua envía fuera de sus fronteras todo un año.
Nuestro producto interno bruto per cápita es de 1,500 dólares anuales, o sea que cada nicaragüense vive con un promedio de cuatro dólares diarios, 33 veces menos con lo que vive un singapurense. Algunos economistas afirman que en Nicaragua la mayor parte de la población sobrevive con un dólar diario por los niveles de pobreza que tenemos.
Singapur crece al seis por ciento y tiene una de las tasas de índice de empleo más altas del mundo, mientras en Nicaragua este año no llegaremos al cuatro.
Ellos tienen un gobierno con alta mano de obra calificada, infraestructura avanzada y eficiente y sobre todo libre de corrupción y de esta manera han logrado atraer inversiones de más de 3,000 empresas multinacionales de diferentes regiones tales como USA, Europa y Japón.
El periodo para aprobar una empresa nueva es de tres días (en tres años se crearon casi treinta mil) y la facilidad de obtener crédito bancario es una de las altas y eficientes del mundo. En el 2013 será uno de los primeros países seleccionados para nacer.
¿Cómo explicarnos entonces que en Singapur no exista tanto sentimiento como en el nuestro a pesar que ocupamos los últimos lugares en desarrollo, educación, salud, institucionalidad y primeros en corrupción y pobreza?
Si los ciudadanos de Singapur conocieran que aquí vivimos en “prosperidad, en victoria y felices” podrían pensar venirse a vivir aquí porque según esta encuesta, aquí tenemos más emociones que ellos.
Como decía una novel periodista de TV, “que alegría más alegre”, este es un pueblo alegre, emotivo y pijudo donde estamos acostumbrados a una permanente diversión más que trabajo (pan y circo) y donde les esperaríamos con los brazos abiertos diciéndoles “bienvenidos a Nicaragua, jodidos pero contentos”, aunque sepamos que así nunca vamos a poder alcanzar el desarrollo que ellos tienen. El autor es escritor y periodista. Miembro del Grupo Projusticia.
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