Los ateos argumentan que solo pueden aceptar como cierto lo que pueden probar científicamente y que no se puede probar científicamente que Dios existe. Algunos —no todos— nos consideran a los creyentes personas ingenuas, supersticiosas o ignorantes. Pero los ateos saben que tampoco se puede probar científicamente que “Dios no existe”, por lo tanto al negar la existencia de Dios sin poder probarlo científicamente, están “teniendo fe” en que Dios no existe. Científicamente hablando, tiene igual valor la fe en que “Dios existe” que la fe en que “Dios no existe”. La ciencia no prueba ninguna de las dos, por lo que el ser humano tiene que recurrir a “la razón”. Es nuestro razonamiento el que nos conduce a una respuesta. ¿Es razonable creer en Dios? Y ¿es razonable creer en tantas otras cosas que no podemos probar científicamente?
La fe todos la ejercemos en infinidad de detalles diariamente en nuestra vida. No sería posible la convivencia humana sin fe. Los papás tienen fe en que la niñera no va a tirar al bebé cargado en sus brazos. Un conductor tiene fe en que los vehículos se van a detener en el semáforo en rojo, o en que los que vienen en sentido contrario no se van a cruzar a su carril. Un viajero tiene fe en que el piloto sabe pilotar el avión. Tenemos fe en que el refresco que tomamos o nuestra comida no están envenenados. Tenemos, pues, fe en las niñeras, en los millares de conductores que encontramos en nuestro camino, en pilotos desconocidos, en las vendedoras de refrescos, en los cocineros en millones de personas. ¡Es razonable! Si no, la vida sería imposible. ¡Muchos también consideramos razonable creer en Dios!
La existencia del sufrimiento y la posibilidad de perder la vida eterna junto a él (no torturas crueles) como argumentos para negar a Dios se ha aclarado con la explicación del “libre albedrío” con que quiso crearnos (humanos, no animalitos) y el mal uso que la humanidad hace de ello.
El argumento de que hay diferentes religiones, para afirmar que no hay Dios, se ha aclarado explicando que él ha respetado el desarrollo natural de la historia, de las civilizaciones y de la cultura, mientras el ser humano lo va descubriendo “poco a poco”.
Un día irrumpió en la historia escogiendo al pueblo hebreo para revelarse —todavía en forma imperfecta— y posteriormente hacerse hombre en Jesucristo —revelándose plenamente— para redimirnos por infinito amor pagando por el mal uso de nuestra libertad y estableciendo una Iglesia que está siempre renovándose entendiéndolo cada vez mejor. A los que sin culpa desconocen o rechazan a la Iglesia —quizá por nuestros malos testimonios o interpretaciones desafortunadas en el pasado— Dios también se les revela en la creación y en su conciencia, según la cual los juzgará con bondad y misericordia. (Carta de San Pablo a los Romanos 2. 12-16. Catecismo de la Iglesia católica 846-848).
El autor es abogado, periodista y escritor.
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