Mañana, 23 de diciembre de 2012, se conmemora el cuarenta aniversario del terremoto de Managua de 1972, el cual, según las estimaciones de Wikipedia, mató a unas 20,000 personas y causó lesiones a otras 15 mil; derrumbó el 75 por ciento de las viviendas y edificios del centro de la ciudad; arrasó el 95 por ciento de la pequeña y mediana industria; hizo desaparecer el 75 por ciento de la infraestructura urbana y barrió el 90 por ciento del comercio. Al respecto cita Wikipedia lo que escribiera el doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, en el editorial de LA PRENSA del 1 de marzo de 1973, la primera edición que se publicó después de aquel fatídico sismo que también destruyó las instalaciones de este Diario en la histórica Calle del Triunfo de Managua:
“El terremoto —escribió el doctor Chamorro Cardenal— fue un ensayo del juicio final en solo treinta segundos, y eso significa que nunca como ahora debemos de reflexionar sobre el equilibrio de la creación a través del cual el Ser Supremo reclama su verdadero y perenne lugar como Señor de todas las criaturas que entre sí deben ser iguales y tratarse con equidad y justicia”.
Pero la conmemoración de un acontecimiento apocalíptico para los nicaragüenses y particularmente los managuas, como fue el terremoto de 1972, no es solo para recordar a las muchas personas que murieron y reflexionar sobre la fragilidad y transitoriedad de la vida humana. La conmemoración es también para reflexionar sobre lo acontecido, aprovechar aquella experiencia tan dolorosa y revisar si lo que se ha venido construyendo desde entonces podría resistir un nuevo sismo, igual o más fuerte que el de 1972. ¿Hemos ajustado esas construcciones a las exigencias antisísmicas? ¿Podrán resistir nuevos terremotos las casas que se han construido en los antiguos y nuevos barrios y repartos residenciales de Managua, así como los grandes edificios erigidos incluso sobre las fallas sísmicas o en sus cercanías?
Aunque es muy difícil responder a priori y en forma categórica a esas interrogantes, los expertos en sismología advierten que en realidad no se aprendió del todo bien la lección del fatídico terremoto de diciembre de 1972. Pero solo un nuevo sismo de gran magnitud —que según los geólogos podría ocurrir en cualquier momento— es el que dirá la verdad en el instante decisivo.
Lo que sí podemos asegurar con certeza es que en el campo político no se ha aprendido la lección. El doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal señaló en otro editorial de LA PRENSA, el 19 de julio de 1973, que como consecuencia de aquel “ensayo del juicio final” que fue el terremoto de Managua del 23 de diciembre de 1972: “Lo heredado, lo que venía acumulándose por años se deshizo como una casona de taquezal, y quienes debido al impulso provocado por el peso de la herencia representaban el papel de dirigentes, quedaron al desnudo exhibiendo su incapacidad para crear”. Aquella era la misma incapacidad que exhiben ahora los que están haciendo el papel de dirigentes y detentan el poder en Nicaragua.
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