“Hay que volar como las águilas lejos del lodazal”.
Cuando en una nación los referentes morales, personas o instituciones, se corrompen poniéndose al servicio del poder corruptor, se acabó la decencia y la virtud pues honrado se convierte en sinónimo de idiota. (“Para qué sirve ser bueno si se ríen en tu cara”, canta Javier Solís).
Lo más grave es que a nadie molesta que los malos sean corruptos ya que es inherente a su condición humana, pero que alguien considerado un prohombre se ensucie por “el vil dinero”, por la ambición o por el poder, debe ser denunciado a fin de evitar que ese ejemplo pernicioso cale en la nación y evitar que se vuelva “un modelo”.
En el año 2012 se afianzó ese tipo de perversión, donde un hombre venal al servicio del poder corruptor ha contribuido a acabar con la democracia y el respeto a los derechos humanos. Se terminó la lucha por el poder a través de elecciones, por lo menos desde el punto de vista clásico: La acumulación absoluta de poder en manos del presidente de la República dio muerte a las instituciones republicanas; vimos pasar su ataúd y la población nicaragüense apenas se percató de sus exequias. ¿A qué se debió? Hay una variedad de causas y explicaciones pero creo que posiblemente la población en general siente que sus condiciones de vida están mejorando. Además los recursos multimillonarios concedidos por Hugo Chávez a Daniel Ortega “obnubilan” a un pueblo ansioso de pan, trabajo, empleo y satisfacción de sus necesidades básicas. Mayoritariamente no hay demanda democrática. El apotegma sociológico “los pueblos prefieren los cambios cuantitativos a los cualitativos” parece haberse cumplido en nuestra Nicaragua.
Un telón de fondo de “clientelismo” en la manipulación instrumental de esas necesidades con programas asistencialistas, regalías, diversión, uso del fervor religioso para el adormecimiento del estómago, etc. entre otros elementos, configuran un cuadro propicio en la consolidación de una nueva dictadura familiar y dinástica, como parece ser el proyecto del comandante y “la gobierna”.
Hace falta asimismo una unidad opositora capaz de enfrentar ese poder implacable, aunque sin prisioneros políticos. Ahora hay muertos. Una oposición más beligerante y realista. Más allá de los correos electrónicos, que son una herramienta fundamental en esta nueva era, pero que no sustituyen la reivindicación en la calle. Una oposición que se acerque a la gente para conocer su nueva realidad pues ahora hay una nueva realidad producto de la estrategia de comunicación de masas de la gobierna, que hábilmente está cambiando la matriz mental particularmente de la niñez, jóvenes y adolescentes. Y un liderazgo opositor que abandone el “caudillo interior” como decía don Pablo Antonio Cuadra, “el Pedrarias” que nos corre por las neuronas y aún por la sangre. Una oposición basada en la realidad de cada liderazgo y no solo en pretensiones mesiánicas (esas de que porque escribo en LA PRENSA o porque hablo en la radio Corporación ya soy el ungido del pueblo) o de los que alegremente reclaman “un relevo generacional” mecánico, sin analizar quién es cada quién en política, su historia, sus calidades profesionales, su fundamento ético.
Ojalá que el 2013 nos sirva a todos, gobernantes y gobernados, para reflexionar desde nuestras condiciones humanas particulares, únicas, acerca de la situación actual y el destino final que como nicaragüenses debemos asumir.
Nicaragua necesita hombres fuertes para crear instituciones fuertes, no para pretender perpetuarse en el poder. ¿Está consumada la perversión y el pecado como forma de gobierno? El autor es diputado al Parlacen
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