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Cuentos del apasionado amor

Un día de invierno te vi pasar por la acera de mi casa. Ibas desarreglada —como siempre— con ese aire angelical y simple que te convierte en la única celebridad que camina sin temor por mi calle.

El ángel que cayó en mi casa

Juan centeno 


Un día de invierno te vi pasar por la acera de mi casa. Ibas desarreglada —como siempre— con ese aire angelical y simple que te convierte en la única celebridad que camina sin temor por mi calle. Tu cabello color miel sobresalía entrecortado por debajo de una gorra desteñida que cubría tu cabeza y tus pensamientos. Yo estaba sentado viendo hacia la calle cuando apareció tu figura en la pantalla de la puerta y me salí a verte pasar. Tu imagen se movía en cámara lenta, llevabas una chaqueta amarrada a la cintura y unos cuadernos sostenidos por tu brazo izquierdo contra el pecho. Te miré pasar mientras el mundo jugaba a tu alrededor como mudo fantasma, quizá pasó una bicicleta en ese instante, o sonó el teléfono, o se oyó la sirena de los bomberos, mientras yo te seguía con la mirada, hasta que te perdí de vista.

Varios días estuve recordando ese momento. Pasaron las semanas y no te volví a ver. Llegué a pensar que eras una alucinación y quise borrarte de mi cerebro.

Todavía recuerdo la sorpresa de aquel lunes por la mañana, cuando al salir del baño, todo mojado y en toalla, te vi sentada en la sala de mi casa conversando con mi hija, hablando cosas de la juventud supongo. Me diste un saludo que me estremeció el alma, fue como una palmada en los oídos que me decía con voz de trueno: ¡Aquí está tu ángel! En los días siguientes te encontraba de nuevo en mi casa y siempre me saludabas ofreciéndome tus mejillas rosadas para que yo depositara un beso. ¡Qué lejos estabas de imaginar lo que ocurría en mi corazón! Así llegabas y te ibas. Te ibas y llegabas de nuevo. ¿Nunca notaste cómo te miraban mis ojos cuando se encontraban con los tuyos?

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Más allá de la fantasía, de Juan Centeno, se presenta en la Alianza Francesa de León, a las 6: 30 p.m., el próximo martes 15 de enero.

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Juan Centeno es médico y trabaja como profesor de Salud Pública en la Facultad de Medicina de la UNAN-León. Irrumpe a la literatura con la generación de los 80. Tiene publicaciones en revistas y suplementos literarios. Algunos de sus poemas han sido musicalizados y otros convertidos en obras de teatro. Fue ganador del Premio Internacional Menarini de Cuentos, en 1994, del Premio Mariano Fiallos Gil de Poesía, UNAN-León, en 1995, y de cuentos en los Juegos Florales de Centroamérica y el Caribe, en 2000. Su primer libro fue Amorexia (poemas y cuentos de fin de siglo), Editorial Universitaria UNAN-León, 1998, y en 2001 publicó El Otro Paraíso (cuentos). También es cantautor y padre de la canción Un trozo azul de libertad, conocida como la Canción de los locos, que rinde homenaje a los locos de León, en especial a Alfonso Cortés. Ganó dos premios nacionales de música por composición en los certámenes interuniversitarios de 1995 y 1996.

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Pronto empecé a acostumbrarme a tu presencia, a tu voz, a tu risa, y a fingir que no pasaba nada, aunque siempre cerraba los ojos cuando presto besaba tu mejilla en el saludo cotidiano. Algún día te entregaré estas palabras fugitivas que he estado guardando para ti. Para que te des cuenta que este señor respetable apagó terriblemente las ganas de regalarte una caricia y besarte los labios, y te sonrió estúpidamente para que no huyeras asustada y así pudieras regresar siempre con tu ingenuo saludo que ponía a vibrar mis sentidos, que le daba vida a esta rutina inevitable que me obliga todas las tardes a estar pendiente de la puerta para que tú aparezcas de nuevo con tu sonrisa mágica. Así me asomo a diario, a pesar que ya pasaron trece años, seis meses y tres días.

Las Cañitas

Juan centeno 

Las Cañitas es un pueblo olvidado de Nicaragua. Aquí no llegan los periódicos. No hay luz eléctrica, agua, ni teléfonos. Hay una escuela, una iglesia, la barrera de toros, chinamos, putas. Un solo televisor blanco y negro que funciona con una batería de carro de 12 voltios, no hay correo, no hay molino. En un tercio de las casas se elabora cususa de atado de dulce. Parece un pueblo del oeste, la gente usa pistolas y prefiere andar en mula que en caballo pues la mula resiste más. Hay cerveza y coca cola, pero se beben calientes. En invierno es puro lodazal y en verano abundan los polvazales. A las cinco de la mañana las mujeres se van a acarrear el agua, después de llevar el ganado a pastar. Las fiestas se hacen con candiles y una grabadora National de cuatro baterías.

Juan Burula es dueño de uno de los tres buses que acarrean gente. Sale a las dos y media de Las Cañitas, su ayudante es Güirila, también lleva a Víctor, su hijo, quien conduce a toda velocidad por pendientes bordeadas de abismos, la gente se persigna para llegar a salvo. Antes no se viajaba los jueves pues los malos espíritus ocasionaban ponchones de llantas o asaltos de camino. El bus lleva desde chanchos, perros, gallinas…… hasta cuajadas, sacos de frijoles y otras cosas.

Toño Bermúdez, el hijo de la Balbina Salgado, se robó a la Ana Julia a las ocho de la noche. El papa de la Ana Julia es Chico Blanco quien vivió con la Balbina hace años.

La Ana Julia es linda y frondosa. Cuando Toño hizo el plan para robársela hubo una confusión, entonces vino Leandro, conocedor del plan y aprovechándose tomó su lugar. El sitio era muy oscuro.

Leandro agarró del brazo a la Ana Julia y se fueron por el camino. Cuando por fin la chavala oyó la voz del impostor le dijo: ¡Vos no sos Toño! el hombre la quiso violar ay nomás pero ella huyó. En la carrera se le reventó una chinela y también dejó tirada una pintura de labios que después el impostor mostraba como trofeos de guerra. En el pueblo todo mundo la buscaba. La Ana Julia no volvió a su casa pues había quedado bien revolcada, sino que se fue a la casa de un tío de Toño, aquel que no había asistido a la cita. A pesar que la casa del tío de Toño quedaba frente a la vivienda de la Ana Julia nadie sospechó nada. Ya entrada la noche, el tío se fue con la chavala a dejársela a Toño, se la dio en bandeja de plata y bien bañada.

El doctor Ramírez era enamorado de la Ana Julia desde que llegó a Las Cañitas a hacer su servicio social. La noche de los sucesos aquí narrados él le iba a poner serenata y la iba a pedir en casorio. Se dio cuenta de todo cuando el vendedor de telas que viaja por los caseríos desde Las Quebradas, pasando por Tomatoya, Las Palomas, Los Arauz, y otros lugares, se dio cuenta del alboroto y le contó al doctor Ramírez, quien estaba de paso por Las Lagunas, sitio cercano a Las Cañitas. Ramírez llamó por radio al puesto de salud preguntando si era cierto que se habían robado a su amada. Luego de tanto insistir con las frecuencias oyó el ruido de la estática y una palabra que por estar repetida le rompió dos veces el corazón: ¡Positivo positivo!

Esa noche no durmió y se quedó afuera en una mecedora pensando en la Ana Julia. A las cuatro de la mañana escuchó el murmullo de las ancianas que pasan a dejar el ganado. Y las vio regresar con sus cuerpos cadavéricos, cuando la primera luz del amanecer proyectaba sus frágiles siluetas como si la muerte fuera pasando por aquellos olvidados caminos.

Cultura Juan Centeno Poesía archivo

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COMENTARIOS

  1. Dprez
    Hace 11 años

    Excelente relato, me gusto mucho el de “El angel que cayó en mi casa” siga asi Dr. Centeno.!

  2. pelé
    Hace 11 años

    si podia ser tu hija ese angel viejo cochino!!! 

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