Saúl Martínez
Una misa de acción de gracias se haría mañana cuando llegue a Chinandega Luis Orlando Cáceres, de 26 años, cuya madre creyó que lo había enterrado en el cementerio local, luego de ser asesinado en San Miguel, El Salvador.
Doña Virginia Moreno Castro viajó en septiembre pasado a esa localidad para reconocer a su hijo. Creyó entonces que el cuerpo que se encontraba en la morgue era de Luis Orlando. Lo trajo a Nicaragua, lo veló y enterró.
El 24 de diciembre Cáceres la llamó para decirle que estaba bien y que pronto llegaría a Chinandega. Virginia Moreno Castro sobrevive de un negocio familiar en el legendario barrio Santa Ana, de la ciudad de Chinandega, donde elabora tortillas.
“No sabemos si es de aquí de Nicaragua o de El Salvador. Para mí que se queden los restos ahí en el cementerio porque como ser humano no podemos sacarlo como un perro”, dijo doña Virginia.
Ahora ha buscado apoyo en la Casa del Servicio Jesuita del Migrante y el Ministerio de la Familia (Mifamilia) para que le asesoren respecto a su hijo vivo, pues legalmente está muerto.
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