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Hogar, horrible hogar

El hogar ideal, constituido por la unidad familiar y el espacio que habitan, sirve de base para dos películas de horror que coinciden en la cartelera. No es de extrañarse. Este es un concepto con el cual todos los espectadores pueden establecer una conexión emocional inmediata. La amenaza a la integridad del hogar implica un temor primario. Es como un atajo a la angustia.

Por: Juan Carlos Ampié

El hogar ideal, constituido por la unidad familiar y el espacio que habitan, sirve de base para dos películas de horror que coinciden en la cartelera. No es de extrañarse. Este es un concepto con el cual todos los espectadores pueden establecer una conexión emocional inmediata. La amenaza a la integridad del hogar implica un temor primario. Es como un atajo a la angustia.

Siniestro es puro horror sensacionalista. Ethan Hawk es un escritor concentrado en crímenes reales, llevando su afán investigador a extremos enfermizos: muda a su esposa y dos pequeños hijos a la casa donde semanas atrás, una familia no muy diferente a la suya terminó colgada de un árbol en el traspatio. La película sacrifica la credibilidad en el nombre del mecanismo de la trama y la atmósfera, llevando a los personajes a comportarse con exuberante estupidez. ¿Por qué nadie prende una luz en la casa siniestra? ¿Por qué el escritor no llama a la policía cuando aparece una caja con viejas películas caseras que registran horribles masacres familiares? Pues, solo porque la trama lo demanda. Una vez que el elemento sobrenatural se introduce, la película se descarrila totalmente, justificando los caprichos de su historia. Todo se resuelve por intervención demoníaca. Sin embargo, nada justifica su repelente resolución. Si quiere ver una película sobre un escritor mediocre alcoholizado, asediado por espectros, mejor busque El Resplandor (Stanley Kubrik, 1980).

Las amenazas de Sin Salida son de carne y hueso. Nicolas Cage es un comerciante de diamantes. Nicole Kidman es la esposa relegada a segundo plano por su ambición. La gélida mansión modernista que habitan es visitada una noche por un grupo de ladrones enmascarados. Lo que sería un golpe de 15 minutos se convierte en un tortuoso asedio donde ambos bandos recurren a violencia física y emocional para conseguir sus objetivos. Los thrillers de invasión casera recibieron su merecido en Funny Games USA (2007), la película del brillante director austríaco Michael Haneke, que ya habría filmado una versión ambientada en Europa (1997). Ambas películas funcionaban como ejemplo y denuncia del género, cuestionando la moral del espectador que se distrae con estos gráficos ejercicios de violencia. Sea por ofensa o retribución, en nombre del entretenimiento estamos dispuestos a ver las cosas más terribles.

Algunos cronistas han resaltado las similitudes entre Sin Salida y la película española Secuestrados (Miguel Ángel Vivas, 2010). Más bien, el problema es que la película norteamericana es tan genérica y desinspirada que se parece a muchas otras. Nicolas Cage sigue sobreactuando en su largo camino hacia la irrelevancia, pero la pobre Nicole Kidman merece mejor suerte. Sin Salida se mueve en el plano de plausible, pero aquí son las motivaciones de los personajes y el tono de las actuaciones lo que sabotea la empresa. Si su violencia no fuera tan descarnada, podría funcionar como una comedia de errores. Los invasores no pueden dejar de pelear entre ellos y echarse zancadillas. Son como forajidos de película de Walt Disney, pero con un talento para causar trauma. Vagos matices moralistas resuenan para reconfortarnos al final —el crimen no paga, el amor triunfa, la codicia es castigada— pero vaya que si disfrutaron de la carnicería mientras se ejecutaba. Estas películas son dos buenos motivos para quedarse en casa.

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