2013 debe representarnos un nuevo libro para escribir sobre las oportunidades que nos ofrece y caligrafiar en él lo que por falta de fe, iniciativa o ánimo dejamos que se nos escapara en el año que se fue.
Nicaragua vive una realidad muy clara, algunos la comparten y otros no, pero algo que está muy por encima de eso es que todos la queremos prosperada y en victoria. Seguramente muchos no la llegaremos a ver en la cúspide, pero sí podremos sembrar para que otros cosechen.
A lo largo de la historia desde que somos nación, por una u otra razón, nos hemos negado miles de días a través de los años para crecer, alcanzar la prosperidad y ser verdaderamente libres y soberanos, dos sueños que solo se logran con la independencia económica.
Me animó desarrollar esta idea porque leía en una red social la alegría de algunos porque las estrellas se le estaban desalineando al actual gobernante y advirtiendo que tras la muerte de Hugo Chávez otras desventuras más caerían sobre el actual partido en el poder.
Sinceramente creo que la permanencia de Daniel Ortega en el poder no depende de la vida o muerte de Hugo Chávez, a quien debemos agradecer los petrodólares que ha inyectado a nuestra economía y que al margen de los destinos que han tomado, gran parte de ellos han llegado a gente pobre a través de los programas sociales del Gobierno, con lo cual no solo ha logrado un gran clientelismo político, sino que además posesionarse en el tope de las encuestas por muy sorprendente que resulte.
Frente a esto la “oposición” da palos de ciego y reduce su actuar a escenarios macabros sin admitir que el poder de Daniel Ortega está en la mediocridad de una pacotilla de antilíderes que inauguraron este año de la misma manera que finalizaron el 2012; acribillándose, descalificándose, diciendo que estos sí pero que los otros no; invocando la unidad alrededor de personas o siglas que son cosas del pasado y que por encima dicen ser los nuevos “salvadores”, aunque todos sepamos que son parte del mismo refrito politiquero que por resentimiento hoy son también parte del mismo problema.
Pienso que la construcción de una verdadera oposición en Nicaragua pasa por una nueva creación donde haya líderes valientes que ofrezcan sus conferencias de prensa en la calle y no en las oficinas; que asuman valores éticos que conecten la prédica con la acción; que hagan propuestas que sean más audaces que las del Gobierno, no que hasta ahora el único proyecto de ley que está en las tuberías parlamentarias por parte de la BDN es el que declara al “gallo pinto”, comida nacional a lo que sin duda seguirá después que la Flor de Caña es también el ron nacional.
Mientras la oposición no nazca como un concepto nuevo aquí sin duda tendremos Daniel Ortega para rato sin que haya más culpables que los mismos que se dicen sus enemigos. Lo digo porque no es difícil interpretar que el nicaragüense se hartó de la politiquería y de los politiqueros. La gente quiere trabajo y está más preocupada por la comida que por los escenarios confusos que algunos quieren añadir a sus problemas.
Porque creo que el Gobierno necesita de una oposición que cree balances de poder es que critico a los que hoy falazmente se autollaman “oposición”. Una verdadera oposición debe ser incluyente, debe proponer, debe ser fiel a sus principios, a sus convicciones pero fundamentalmente fiel al país por el que dicen luchar. Una verdadera oposición debe tener un plan de acción estratégico y no de ruegos y deseos morbosos de que al gobierno de turno le caigan las siete plagas de Egipto solo porque perdieron la capacidad de enfrentarlo con mejores ofertas.
Nicaragua tiene para salir adelante y será posible siendo puentes, no paredes y haciendo de nuestras posibilidades bendiciones de futuro que sabrá administrar mejor la nueva sangre; esa que no tiene el virus de la envidia, el odio, la descalificación y el resentimiento tóxico de los que aún no asimilan que representan lo mismo y que son el pasado.
El autor es periodista.
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