Rezaye Álvarez M.
Factores como la ubicación de las escuelas, la precaria economía familiar o el desinterés de padres e hijos por acceder a la educación, son, según Melvin Sotelo, especialista en temas de niñez y adolescencia, determinantes para que en Nicaragua el trabajo infantil tenga rostro rural.
Según el especialista en derecho laboral, Álvaro Leiva Sánchez, unos 238,827 niños y adolescentes entre 5 y 17 años son trabajadores activos.
De estos, seis de cada diez son varones y se encuentran en las zonas rurales.
Según Sotelo, en esa área del país “los chavalos se dedican solo a trabajar porque las escuelas están muy lejos y el costo para los padres es muy alto”.
A esto se le debe agregar que “hay una visión muy vertical por parte de los padres” y “la falta de valor que posee el estudio” por las necesidades inmediatas en las familias.
Sotelo explica que para combatir esa posición es necesario concienciar a los padres para que conozcan los beneficios a corto plazo de la educación y sobre la necesidad que los niños estudien.
Por su parte Leiva señaló que, respecto al cumplimiento del convenio relativo sobre la edad mínima permitida, es de 16 años, “no existe una supervisión adecuada y permanente del Ministerio del Trabajo (Mitrab).
Es por ello que Sotelo recomienda al Gobierno “definir políticas específicas” en la zona rural, para que la currícula se adapte al contexto de la familia rural y motive a los niños a quedarse estudiando, además “es necesario que los padres sientan que la formación que recibe el niño le sirve para la vida”.
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