Texto y foto: Saúl Martínez
Se ha vuelto una costumbre que jóvenes de la ciudad portuaria de Corinto, Chinandega —a los que llaman petrobaldes— hagan malabares sobre las cisternas para “ordeñar” el residuo del combustible que estas llevan en las mangueras para luego venderlo a los propietarios de vehículos. Hay, incluso, chavalos que se suben al vehículo cuando este va lleno de combustible. Según los vecinos hasta la Policía se muestra indiferente ante este situación y se estima que unos 50 chavalos se dedican a esa peligrosa actividad. A diario entran a la zona industrial unas 200 cisternas. El año antepasado un muchacho falleció al caer bajo las pesadas llantas de una cisterna que ingresaba al poblado, cuando pretendía obtener un poco de combustible.